viernes, 6 de febrero de 2009

SUEÑOS ORTOPÉDICOS

Una vez volé. Y no me refiero a ir en avión o en globo, ni siquiera en parapente. Volé directamente, sin ayuda de ningún artilugio o substancia psicotrópica. Evidentemente estaba soñando, pero debe haber sido lo más parecido a volar que pueda experimentar un ser humano (y que además haya sobrevivido para contarlo en un blog, claro). Caminaba yo por la Avenida Hospital en Palautordera, en dirección al Ayuntamiento, cuando de pronto sentí que me elevaba lentamente, lentamente, hasta quedar justo por encima de los edificios... y seguí mi camino volando. Lo extraordinario es que a medida que me alzaba iba cambiando la vista de la calle. La misma que había recorrido cientos de veces y que me conocía de memoria, la veía ahora desde el aire, en una perspectiva totalmente distinta a la que yo estaba acostumbrado a ver.
Después de tantos años de no pasar por allí esa calle se ha ido borrando de mi memoria, pero en ese entonces si cerraba los ojos la podía visualizar perfectamente. Sin embargo me la habría representado a ras de suelo, desde donde siempre la veía. Lo más sorprendente de todo es que se ofrecía ante mí con el mismo detalle, pero que cada detalle se me representaba desde un ángulo distinto, desde el cielo. Supongo que esa fue la clave de que la experiencia resultara tan vívida. No era simplemente soñar que estaba suspendido en el aire viendo un paisaje difuso debajo de mi, realmente era como si tuviera el poder de hacerlo porque estaba sobrevolando una calle conocida. Como si realmente estuviera en mis manos el volar a los sitios donde habitualmente iba.
El problema es que para transformar así un paisaje tan extenso en mi cabeza hacía falta muchísima concentración y, obviamente, la concentración y el sueño no son compatibles. La sensación de flotar duró un instante, y fue tan intensa que debió despertar algo en mi cerebro, porque recuerdo que casi al mismo tiempo empezó a crecer una vaga sensación de conciencia. En las ocasiones que sueño que estoy soñando me despierto bruscamente, pero esta vez fue diferente. La conciencia me ganaba lentamente pero en forma de una sensación de pesadez que se iba extendiendo por todo el cuerpo y que se transmitía también al sueño: a medida que me despertaba iba cayendo lentamente, al mismo tiempo que la calle se desvanecía... Cuando toqué el piso me desperté completamente. Ahora que lo escribo pienso si lo de despertarme lentamente no fue un recurso de mi cerebro seminconsciente para evitar que me estrellara. Ya han pasado más de veinte años y no he vuelto a tener el mismo sueño. Hay gente que recurre al psicoanalista para que interprete sus sueños. Si alguna vez lo hago no será para pedirle que haga eso, sino para que me ayude a soñarlo de nuevo. Aunque más bien creo que es de aquellas cosas que pasan una vez en la vida.
El Google Earth me parece una maravilla tecnológica. Incluso hace poco descubrí que también tenía un simulador de vuelo
y algunas veces me distraigo con él. Pero no es lo mismo, es algo así como un sueño ortopédico. Como que la tecnología me va a entretener, sorprender, fascinar... pero no me devolverá mi sueño.

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