Los resultados de las elecciones legislativas de ayer en Israel no dejan lugar a dudas de hacia donde se dirige esa sociedad. Los tres partidos más votados representan matices ligeramente distintos de una misma posición política: la extrema derecha xenófoba y militarista. Hubo un tiempo en que el Estado de Israel gozaba de las simpatías de la opinión pública mundial. Su imagen de David enfrentado al Goliath árabe, la epopeya de los kibbutz que vencían al desierto, la piedad por el sufrimiento de los judíos durante el Holocausto nazi, todo ello era un aval que justificaba cualquier acción que emprendiera. Sin embargo, hace veinte años el inicio de la Intifada descubrió al mundo la existencia del pueblo palestino, y todo ese andamiaje se vino abajo.
La imagen cambió, Israel ya no era un pequeño pueblo que viviera constantemente asediado por un poderoso enemigo, sino que era él el que sojuzgaba a otro pueblo más pequeño y más débil, era él quien abusaba del indefenso. La farsa de un pueblo ingenioso que convertía los desiertos en vergeles para construirse un hogar dejó paso a la indignación, ante la evidencia que le habían robado su país a otro pueblo. Y el Holocausto queda cada vez más lejos, pero las imágenes de las matanzas, de la destrucción, del dolor, de la miseria que provoca su ejército sobre los palestinos ha convertido a éstos en los principales destinatarios de la solidaridad mundial.El estado de tensión constante durante sesenta años ha convertido a la sociedad israelí en una sociedad enferma y desquiciada. Ya sólo se sienten seguros aumentando su arsenal de armas y el tamaño de su odio hacia los árabes, lo que acaba provocando que empleen esas armas contra ellos. Se encuentran en un círculo vicioso del que ya no hay salida. El miedo y el odio les lleva a aplastar militarmente a los palestinos una y otra vez, pero cada victoria militar es una derrota moral. Con cada palestino muerto aumentan el resentimiento y los deseos de venganza de sus enemigos, y aumentan el desprecio y la indignación en el resto del mundo. El resentimiento palestino les hace sentirse amenazados, la indignación de la opinión mundial les hace sentirse solos. Lo único que les queda es procurarse más armas y más poderosas para volver a emplearlas contra los palestinos, alimentando otra vez ese círculo infernal.
Cada vez es más evidente que lo que envenena nuestras relaciones con el mundo musulmán es la existencia del Estado de Israel. Pero éste ya ha anunciado que cuenta con armas atómicas y que está dispuesto a emplearlas, aunque eso pondría en riesgo al resto de la Humanidad. Hoy día este pueblo traumatizado y paranoico es la principal amenaza para la paz mundial. Ellos no son culpables, cualquier otro pueblo hubiera acabado igual sometido a las mismas tensiones. Pero hay que hacer algo, porque ¿cuánto tardará la indignación del resto del mundo en convertirse de nuevo en odio hacia los judíos?
Es hora de asumir que la creación del Estado de Israel fue un error histórico. De asumir que no es un hecho consumado, sino la mecha que constantemente amenazará al mundo con sumirlo en una nueva guerra mundial. Es hora de apagar esa mecha.
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