viernes, 13 de febrero de 2009

FUEGOS EN EL CIELO

La primera vez que leí algo acerca del Síndrome de Kessler fue hace dos años, cuando los chinos hicieron explotar un satélite en órbita enviando un misil contra él. Entre las críticas que otros países lanzaron contra esta prueba estaba la de que los fragmentos resultantes de la explosión habían incrementado la basura espacial en un 20%. Hasta entonces, las veces que había oído hablar de los problemas que podía provocar la basura espacial, éstos se centraban en el riesgo que suponía para las misiones tripuladas al espacio. Pero el Síndrome de Kessler alude a un problema mucho más grave, de hecho catastrófico, y da la impresión que inevitable.
En realidad las víctimas más propicias de la basura espacial son los satélites artificiales, de los que en la actualidad hay unos 8,000 orbitando alrededor de la Tierra (entre operativos y fuera de servicio) y a los que constantemente se suman nuevos satélites. En algún momento cualquiera de ellos chocará con alguno de los 600,000 objetos mayores de 1 cm que también orbitan alrededor de la Tierra, causando su destrucción, aumentando así la basura espacial y, por tanto, incrementando las probabilidades de que se produzca una nueva colisión.
Esto último es el llamado Síndrome de Kessler: la primera colisión desencadena una especie de efecto dominó, en la que una colisión provoca que más adelante se produzca otra y así indefinidamente. Es decir, las probabilidades de que haya una colisión aumentan conforme aumenta la basura espacial, por lo que fenómenos como el de ayer, en que dos satélites quedaron destruidos por un choque y se generó una gran cantidad de basura espacial, serán cada vez más frecuentes. De este modo el intervalo entre un accidente y otro será progresivamente más corto, uno al año, uno al mes, uno por semana... hasta que llegue un punto en que la basura espacial alcanzará tal magnitud que se producirá una sucesión de explosiones en cadena en que los satélites restantes quedarán destruidos uno tras otro en cuestión de segundos. Si ocurre de noche el espectáculo será impresionante: unos fuegos artificiales en lo más alto del cielo.
La principal preocupación que expresaba Kessler al presentar esta teoría era la de que la gran masa de basura espacial resultante haría imposible el lanzamiento de nuevos satélites durante generaciones. Pero yo me pregunto si las consecuencias de esta destrucción en cadena no serán mucho peores. Con la globalización, la organización de nuestra sociedad se basa cada vez en mayor medida en las comunicaciones por satélite, un sistema que vemos que podría quedar inutilizado en cuestión de segundos. Imaginen la escena, de repente el internet, la televisión, el radio, el teléfono... dejan de funcionar, lo que llevaría al colapso súbito de nuestra civilización, pues a continuación dejarían de funcionar los sistemas de transporte, las redes de electricidad, el abasto de agua...
Si ocurre de noche la basura espacial verá un espectáculo impresionante: todas las luces que iluminan nuestras ciudades y pueblos apagándose rápidamente una tras otra hasta hacerse la oscuridad más absoluta.

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