jueves, 5 de febrero de 2009

EL ARTE Y LA EXPLORACIÓN ESPACIAL

¿Cómo es posible que se dediquen tantos recursos a la exploración del espacio, un objetivo del que no vamos a obtener un resultado útil en muchas generaciones, cuando existen tantos problemas por resolver en la Tierra? En las ocasiones en que se las misiones espaciales aparecen en los informativos la noticia siempre termina con alguna variante del latiguillo habitual acerca de que el conocimiento de otros planetas nos da pistas sobre el proceso de formación de la Tierra, cual era la composición de la atmósfera en sus inicios e, incluso, cómo llegó a aparecer la vida. Y últimamente se añade que este conocimiento nos permite comprender mejor nuestro planeta y que nos será útil para prever los efectos del cambio climático. Aunque no resulta del todo convincente y el guión más bien parece obra de la pereza del periodista, he de reconocer que yo también tendría dificultades para defender la utilidad práctica de mi trabajo. De todos, les salgo infinitamente más barato a los contribuyentes.
Cuando se cuestiona directamente a los responsables de los programas espaciales acerca de algún resultado concreto, otra de las respuestas habituales es la de que muchas tecnologías de uso cotidiano hoy en día, como la comida deshidratada o los materiales aislantes, tuvieron su origen en la industria aerospacial y que después resultaron ser útiles para resolver problemas de nuestra vida diaria. Esta es una respuesta aparentemente más satisfactoria para aquellos que buscan un rendimiento inmediato que se pueda medir en términos de utilidad práctica. Sin embargo, si se piensa bien, tal respuesta es totalmente absurda. Uno de los periodos de desarrollo tecnológico más acelerado del siglo XX, si no el que más, fue la Segunda Guerra Mundial. Inventos como el radar, los vehículos teledirigidos, las computadoras o el avión a reacción, tuvieron lugar en esos años, cuando los recursos para el desarrollo de tecnologías con aplicación militar eran ilimitados. Fue después que se les dio una aplicación a la vida civil. En realidad, el desarrollar tecnologías para la guerra o la exploración espacial para posteriormente trasladarlas al ámbito civil supone un rodeo, un derroche de recursos. Y en todo caso podríamos habernos ahorrado esa pinche guerra.
Y sin embargo, nunca se me ocurriría pedir explicaciones de por qué hay que explorar el espacio. Las noticias sobre misiones a otros planetas me fascinan, supongo que por curiosidad, pero en realidad hay algo más. No importa de qué país en concreto sea la misión, me intereso igual y me siento partícipe, moralmente claro. Cuando Armstrong está a punto de pisar la Luna, no hace ninguna referencia a los Estados Unidos, dice "un pequeño paso para un hombre, un gran salto para la Humanidad", y efectivamente en todo el mundo la gente sintió que se nos abría a todos una nueva frontera. No se me ocurren muchos objetivos más que puedan capturar la imaginación de todos los seres humanos independientemente de su sexo, nacionalidad, raza o religión. Es un logro del que todos nos podemos sentir orgullosos y una misión que realmente pertenece a la Humanidad. Puestos a ahorrar, se me ocurren muchos otros gastos no ya inútiles, sino perjudiciales.
¿Y el arte? Pues en el fondo otro gasto inútil que es patrimonio universal.

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