Un amigo me explicó una anécdota de la época de la Guerra Civil que a su vez le había contado un viejo republicano. Cuando cayó Cataluña a principios de 1939, oleadas de refugiados se dirigieron hacia la frontera con Francia. Fue una experiencia muy penosa, pues no sólo anduvieron más de cien kilómetros bajo los ataques constantes de la aviación franquista y tuvieron que cruzar los Pirineos en pleno invierno, sino que una vez en Francia fueron internados en campos de internamiento donde muchos murieron de disentería. En el caso de este viejo republicano (supongo que joven en ese entonces), y para mayor desgracia, al cruzar la frontera se desató un auténtico diluvio. En el lugar donde habían quedado concentrados el único refugio lo ofrecía un frágil chamizo, por lo que se dirigieron hacia allí buscando cobijo, aunque evidentemente no podía albergarlos a todos.
Lo que siguió fue la escena que a este hombre le dejó el recuerdo más vivo de todo este periodo de tres años de guerra y meses de internamiento. Aquellos que llegaron primero al chamizo intentaban impedir que nadie más entrara al grito de "¡Ya no cabe nadie más!" e insensibles a las súplicas de sus compañeros de infortunio: "¡Dejadnos entrar!¡Nos mojamos!". Pero tan pronto como alguno de los que estaban fuera conseguía colarse por algún hueco, inmediatamente se unía a las filas de sus antiguos opresores vociferando el "¡Ya no cabe nadie más!". Evidentemente después de él, ya no cabía nadie más.
Una conocida mexicana estuvo varios años viviendo en España como indocumentada. Afortunadamente se pudo acoger al proceso de regularización de 2005 y desde entonces reside legalmente en ese país. Unos pocos días después de que obtuviera su permiso de residencia estaba hablando con ella y la conversación se desvió naturalmente hacia la inmigración. Cuando le refería las pésimas condiciones en que vivían los inmigrantes indocumentados en España comentó, con absoluto convencimiento, "Es que hay muchos".
Lo que siguió fue la escena que a este hombre le dejó el recuerdo más vivo de todo este periodo de tres años de guerra y meses de internamiento. Aquellos que llegaron primero al chamizo intentaban impedir que nadie más entrara al grito de "¡Ya no cabe nadie más!" e insensibles a las súplicas de sus compañeros de infortunio: "¡Dejadnos entrar!¡Nos mojamos!". Pero tan pronto como alguno de los que estaban fuera conseguía colarse por algún hueco, inmediatamente se unía a las filas de sus antiguos opresores vociferando el "¡Ya no cabe nadie más!". Evidentemente después de él, ya no cabía nadie más.
Una conocida mexicana estuvo varios años viviendo en España como indocumentada. Afortunadamente se pudo acoger al proceso de regularización de 2005 y desde entonces reside legalmente en ese país. Unos pocos días después de que obtuviera su permiso de residencia estaba hablando con ella y la conversación se desvió naturalmente hacia la inmigración. Cuando le refería las pésimas condiciones en que vivían los inmigrantes indocumentados en España comentó, con absoluto convencimiento, "Es que hay muchos".
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