Los últimos días han salido a la luz pública dos casos de abuso policial que terminaron en la muerte de personas. Nos referimos al campesino de Guanajuato Vicente Palomo, que falleció a causa de las torturas a las que le sometía la policía mientras investigaba un robo de ganado, así como al investigador de la UAM Luis Eduardo Cisneros, quien fue detenido indebidamente, golpeado y robado por policías de Chalco. Cuando posteriormente el joven interpuso una denuncia por estos hechos fue asesinado por esos mismos policías. El discurso oficial alegará que se trata de delitos puntuales cometidos por malos elementos, y que tales delitos se evitarán en el futuro mediante un mejor control en el ingreso y permanencia en las fuerzas policiales. Podría alegarse, en cambio, que este tipo de delitos son una de las consecuencias previsibles de una política de "mano dura".
La expresión "mano dura" encierra toda una serie de significados implícitos que la convierten en un eufemismo del conjunto de más bajos instintos de una sociedad. Estos significados van desde el "yo me encargo de resolver este asunto y ustedes miren para otro lado" hasta el "todo eso de los derechos humanos es un engorro del que se aprovechan los delincuentes", pasando por el "dejemos que la policía haga su trabajo", sin olvidar que "la gente decente no tiene nada que temer". "Barrer las calles" es un socorrido sinónimo de esta expresión que, en labios de cualquier gobernante, provoca gestos de complicidad entre la gente que gusta del lenguaje sutil.
Para comprobar nuestra afirmación de que los abusos son consecuencia inevitable de una política de "mano dura", que lleva aparejada una cierta liberalidad hacia la policía para que use los métodos que considere más eficaces, tomemos como ejemplo un infame delito cometido en mi calle. Desde hace un mes en Guadalajara es obligatorio separar la basura para facilitar así el reciclaje de residuos, por lo que todos los vecinos de la colonia sacamos un día la basura orgánica y al día siguiente la inorgánica siguiendo las instrucciones del ayuntamiento. ¿He dicho todos? ¡No! Un energúmeno se obstina en mezclar toda clase de residuos en su bolsa de basura y, para no ser descubierto, la deposita frente a un baldío.
¿Cómo resuelve la policía este caso? Evidentemente mediante tareas de inteligencia que en realidad se limitan a instalar un teléfono gratuito de denuncia anónima. En principio esta medida sería suficiente pues todo mundo en la colonia sabe de quién se trata. Pero unos por amistad hacia el delincuente, otros por negligencia y los demás por miedo a las represalias (es mi caso), no lo han denunciado hasta ahora. En vista del fracaso de las medidas de inteligencia pasiva y ante la indignación de la opinión pública, la policía decide recolectar la información de un modo más proactivo. En suma, se trata de invitar a algún vecino a que colabore en la investigación llevándolo a la comisaría y teniendo con él una plática amistosa.
Para ello lo mejor es cualquier individuo de aspecto cholo, ya que su traslado a la comisaría entra dentro del orden natural de las cosas y no provoca excesivas quejas. Para mi desgracia, en el momento que la policía está buscando gente que reúna ese perfil estoy sacando la basura y, pues claro, quién se arregla para salir al portal a sacar la basura. Una vez en comisaría mi natural cobarde evita que la policía se vea obligada a emplear todo su poder de persuasión, de hecho no emplea físicamente ninguno porque le basta con insinuarlo. No obstante, mi natural cobarde me aconseja también no dar el nombre del verdadero culpable, por lo que delato a un pobre desgraciado y, por si acaso, me mudo a otra colonia.
Lamentablemente, la ola de criminalidad que afecta a la ciudad llega a mi nueva colonia, y la oponión pública está cada vez más exaltada. Ante la necesidad de resolver un mayor número de casos la policía decide saltarse un paso en su metodología, ahora detienen directamente al culpable confiando en su ojo clínico, es decir, apresando al primer individuo con aspecto cholo. Al cabo seguro que es culpable de algún otro delito que quedó impune, por lo que de hecho se está haciendo justicia, y además esta estrategia tiene un eficaz componente preventivo: cuanto más tiempo pasan en el bote esa gente menos tiempo pasan en la calle cometiendo delitos. Para mi desgracia, otra vez estoy sacando la basura en el momento que la policía patrulla buscando al culpable. Esta vez, además, me sorprenden en flagrante delito, ya que durante el traslado a la comisaría me siembran una bolsa con toda clase de basura mezclada. Mi abogado me recomienda declararme culpable, ya que se trata de mi primer delito, y salgo libre pagando una multa.
Decido mudarme de nuevo, en este caso a una colonia en la que, sin yo saberlo, también reside un policía. Ya ha aprendido que puede sacar la basura sin separar, puesto que siempre le podrá imputar su delito a otra persona. Cuando el clamor popular por la ola de delincuencia basuril impune es ensordecedor no le queda más remedio que detener a alguien. Para mi desgracia, se trata de un tipo concienzudo que prefiere darle una cierta credibilidad al asunto y busca algún vecino con antecedentes.