miércoles, 25 de febrero de 2009

MUNDO VIRTUAL

Hace unos meses estuve trabajando en una recopilación del marco jurídico y los programas nacionales, bilaterales e internacionales que tuvieran como objeto la protección de las mujeres migrantes en la zona fronteriza entre México y Guatemala. Se trataba de un encargo de un organismo internacional, lo cual me extrañó porque en mi inocencia creía que quién mejor que ellos debía conocer dicha información. En todo caso, pensé que si bien se trataba de un trabajo laborioso, resultaría fácil realizarlo con una metodología sistemática: iniciar desde los tratados internacionales sobre derechos de la mujer e ir descendiendo de nivel paulatinamente.
Lo que yo esperaba encontrarme era la pirámide del derecho, en cuya cúspide se encontrarían los tratados internacionales y de la cual irían emanando las diversas normativas (constituciones, leyes, reglamentos, programas, planes de acción...) en un todo coherente y ordenado. Lo que encontré fue una auténtica selva. Imposible orientarse en la maraña de textos legales, programas de acción que aparecían y desparecían, para reaparecer con otro nombre años después, declaraciones bilaterales que se repetían año con año... Al final desistí de darle sentido y me limité a hacer una lista de todo lo que encontraba.
La información que me llega de la frontera sur es la de un auténtico infierno para las migrantes centroamericanas. Eso sí, sobre el papel no tienen nada que envidiar a las mujeres suecas.

martes, 24 de febrero de 2009

NATURALEZA HUMANA

Un amigo me explicó una anécdota de la época de la Guerra Civil que a su vez le había contado un viejo republicano. Cuando cayó Cataluña a principios de 1939, oleadas de refugiados se dirigieron hacia la frontera con Francia. Fue una experiencia muy penosa, pues no sólo anduvieron más de cien kilómetros bajo los ataques constantes de la aviación franquista y tuvieron que cruzar los Pirineos en pleno invierno, sino que una vez en Francia fueron internados en campos de internamiento donde muchos murieron de disentería. En el caso de este viejo republicano (supongo que joven en ese entonces), y para mayor desgracia, al cruzar la frontera se desató un auténtico diluvio. En el lugar donde habían quedado concentrados el único refugio lo ofrecía un frágil chamizo, por lo que se dirigieron hacia allí buscando cobijo, aunque evidentemente no podía albergarlos a todos.
Lo que siguió fue la escena que a este hombre le dejó el recuerdo más vivo de todo este periodo de tres años de guerra y meses de internamiento. Aquellos que llegaron primero al chamizo intentaban impedir que nadie más entrara al grito de "¡Ya no cabe nadie más!" e insensibles a las súplicas de sus compañeros de infortunio: "¡Dejadnos entrar!¡Nos mojamos!". Pero tan pronto como alguno de los que estaban fuera conseguía colarse por algún hueco, inmediatamente se unía a las filas de sus antiguos opresores vociferando el "¡Ya no cabe nadie más!". Evidentemente después de él, ya no cabía nadie más.
Una conocida mexicana estuvo varios años viviendo en España como indocumentada. Afortunadamente se pudo acoger al proceso de regularización de 2005 y desde entonces reside legalmente en ese país. Unos pocos días después de que obtuviera su permiso de residencia estaba hablando con ella y la conversación se desvió naturalmente hacia la inmigración. Cuando le refería las pésimas condiciones en que vivían los inmigrantes indocumentados en España comentó, con absoluto convencimiento, "Es que hay muchos".

lunes, 23 de febrero de 2009

EL ULISES DE JOYCE

Casi nadie se acerca a un clásico en busca de distracción. De hecho casi nadie se acerca a un clásico y punto. No es que inspiren exactamente temor, sino que se asocian a una sensación de tedio o se considera que su lectura requiere un esfuerzo considerable. Puesto que la gente lo que desea es reposar después de su jornada laboral, parece preferir lecturas absorbentes pero ligeras, porque "ya piensan demasiado en el trabajo". Lo cual no es cierto, la mayoría de mis conocidos se quejan de que su trabajo en sí es aburrido, y que lo que más los distrae son las relaciones sociales asociadas a él. El esfuerzo que, ciertamente, hay que hacer para leer un clásico, por tanto, puede ser una de las vías para no atrofiarnos intelectualmente. No niego que es necesario un cierto grado de fuerza de voluntad, pero la distracción que procuran es mucho más elevada que otras que tenemos más al alcance.
El Ulises de Joyce sería un buen ejemplo de libro con fama de difícil, si bien en este caso dicha fama está plenamente justificada. Para leerlo es imprescindible hacerlo con una edición crítica que, a modo de manual de instrucciones, nos guíe acerca de lo que leemos, porque constantemente perderemos la noción de lo que "está pasando". Precisamente, una de sus singularidades que dificultan la lectura es que cada capítulo está escrito en un estilo completamente distinto, desde una obra de teatro hasta el célebre monólogo interior de Molly Bloom. Pero este es también uno de los aspectos que la convierten en una novela sin parangón en la historia de la literatura, porque vamos a ver, ¿a alguien se le ocurriría que se puede escribir una novela en forma de catecismo? Pues es lo que hace Joyce en el penúltimo capítulo del Ulises. Quizá algunos de los capítulos precedentes pueden llegar a aburrir, pero les aseguro que vale la pena el esfuerzo tan sólo para sorprenderse con este capítulo genial.
Ahí les va un ejemplo. Ya de madrugada Bloom y Stephen se dirigen a la casa del primero, donde charlan un rato y finalmente se despiden. Pero antes, ambos orinan juntos en el jardín:
(...)
¿Permanecieron indefinidamente inactivos?
Por insinuación de Stephen, por instigación de Bloom los dos, primero Stephen, luego Bloom, orinaron en penumbra, sus flancos contiguos, sus órganos de micción recíprocamente convertidos en invisibles por circumposición manual, sus miradas, primero la de Bloom, luego la de Stephen, elevadas a la proyectada sombra luminosa y semiluminosa.

¿Semejantemente?
Las trayectorias de sus, primero consecutivas, luego simultáneas, micciones fueron desemejantes: la de Bloom más larga, menos irruente, con la forma incompleta de la penúltima letra bifurcada del alfabeto, que en su último año en el Instituto (1880) había sido capaz de conseguir el punto de mayor altitud contra toda la fuerza concurrente de la institución, 210 alumnos: la de Stephen más alta, más sibilante, que en las últimas horas del día precedente había aumentado por consumición diurética una presión vesical insistente.

domingo, 22 de febrero de 2009

ENERGÍAS RENOVABLES

Pocas cosas dan tanto buen rollo como las energías renovables. Se juntan ahí la conciencia medioambiental con la tecnología punta, dando un resultado tremendamente sexy que se manifiesta en la atractiva pulcritud de paisajes como cerros con modernos molinos de viento o llanos cubiertos de placas solares. En definitiva, las energías renovables prometen un futuro en el que se dispondrá de una fuente masiva e inagotable de energía sin ningún coste medioambiental. Pero, ¿podemos estar seguros de eso? No es la primera vez en la historia que se crea una expectativa similar, y sin embargo hasta ahora no he oído ninguna voz de alarma.
Desde que en el siglo XIX nació el culto por la ciencia, todas las generaciones se han entusiasmado con nuevos adelantos tecnológicos que parecían encaminar a la Humanidad hacia una especie de paraíso en la Tierra, y que poco después han demostrado tener efectos secundarios adversos en el mejor de los casos, y catastróficos en el peor. Veamos algunos ejemplos. Los años cincuenta fueron los del programa "Átomos para la Paz", impulsado por las autoridades norteamericanas, que sostenía que la energía atómica iba a proporcionarnos energía abundante, barata y limpia. En los sesenta el DDT se anunció como un producto mágico que iba a resolver el problema del hambre en el mundo acabando con todas las plagas. Los noventa vieron el nacimiento de los transgénicos, otra panacea para acabar con el hambre y alimentar a una población mundial creciente. Ninguna de estas tecnologías han resuelto los problemas que debían afrontar, más bien han resultado un fiasco o plantean angustiosos interrogantes acerca de su peligro para el futuro de la Humanidad.
Muy bien, ¿pero qué pueden tener de malo las energías renovables?, se preguntarán. En sí mismas nada, como tampoco debería tener nada de malo el desarrollo científico en el campo de la física atómica o de la genética, el problema somos nosotros. Veamos, la energía sirve para transformar la materia, para mover objetos, para iluminar ambientes... En suma, para modificar el medio en el cual vivimos. En caso de que fuera cierto que en un futuro cercano el ser humano dispondrá de cantidades inverosímiles de energía para realizar todo este tipo de acciones, ¿a nadie le aterra pensar las cosas que seremos capaces de hacer?

sábado, 21 de febrero de 2009

¿DEBE MÉXICO TENER EJÉRCITO?

Por supuesto que pienso que ningún país debería tener ejército, pues en una situación así ningún país tendría justificación para armarse. A lo que me refiero es a si, incluso en el estado actual del mundo, en que lo normal es que cada país disponga de su propio ejército, en el caso particular de México hay alguna explicación lógica para la existencia de un ejército con aviones de caza, tanques y otras armas que se supone sirven para enfrentarse a otros ejércitos. Porque la cuestión es precisamente esa, ¿hay alguna posibilidad, por remota que sea, de que algún día pueda producirse esa contingencia?¿de qué el ejército mexicano deba enfrentarse a un ejército enemigo?
En principio, todos los países decentes determinan en sus constituciones que la misión del ejército es salvaguardar la soberanía nacional. Es decir, que tienen una misión defensiva, aunque parece que la soberanía nacional de algunos países se extiende mucho más allá de sus fronteras. En el caso de México su política exterior se ha regido históricamente por los principios de neutralidad, no intervención, no ingerencia... lo que nos ha valido la condición de país "sin enemigos". O sea, que no sólo no parece razonable temer una invasión por parte de una potencia extranjera sino que, incluso, tampoco entra dentro de lo razonable que algún país extranjero adopte una actitud beligerante hacia nosotros en forma de boicot económico, financiamiento de acciones terroristas u otras acciones hostiles que son las que usualmente justifican la intervención de ejércitos en el extranjero con el pretexto de defender intereses estratégicos. Las únicas rivalidades que nos afectan son con los países centroamericanos (que nos acusan de prepotentes) y con los Estados Unidos (a los que acusamos de prepotentes), pero se trata del tipo de rivalidad que cualquier país manifiesta con sus vecinos.
De todos modos este último caso, el de alguna posible disputa con países vecinos es la perspectiva más obvia de conflicto bélico para la mayoría de países. Pero si lo reflexionamos bien podemos ver que la situación de México es tan particular, debido a la abismal disparidad de poder que tiene con sus vecinos al norte y al sur, que deja de tener cualquier sentido el hecho de armar un ejército para tal eventualidad. Empecemos por la frontera sur, la más sencilla ¿De veras alguien cree que existe la posibilidad de que Guatemala o Belice, nuestros dos vecinos sureños, nos ataquen?
El caso de la frontera norte es algo más delicado. Cuando decíamos que no parecía razonable temer una invasión por parte de un país extranjero seguramente muchos pensaron que si cabría temerla por parte de Estados Unidos, un país que se caracteriza por sus intervenciones exteriores y que, además, es nuestro vecino. Pero teniendo en cuenta la experiencia de las dos invasiones de Iraq, país que contaba con uno de los ejércitos más potentes del mundo pero que a pesar de todo fue arrasado en unos pocos días, deberíamos pararnos a pensar de que serviría no ya el ejército mexicano actual, sino incluso el más potente que pudiéramos armar, en caso de una invasión estadounidense. Pues para que éste practicara el tiro al blanco, poco más.
Una cosa es que por inercia, porque siempre se ha contado con ejército, y porque es lo normal en cualquier país, exista un ejército nacional en México. Pero bien pensado no parece tener lógica alguna.

viernes, 20 de febrero de 2009

EL INTERÉS ES CIEGO

Parece, porque no lo he leído, que en su Breve historia de la euforia financiera John K. Galbraith hace un repaso de todas las burbujas especulativas que se han sucedido a lo largo de la historia del capitalismo, desde una increíble fiebre por los tulipanes en la Holanda del siglo XVIII hasta el momento de la publicación del libro en 1993. Esta obra de Galbraith ha salido a relucir en los últimos meses a raíz de la crisis financiera que se vive en la actualidad, una crisis debida también a un afán desmedido por el lucro inmediato que no tuvo en cuenta las señales evidentes de que el ciclo de ganancias rápidas estaba tocando a su fin. Tal parece que tenemos ahí una explicación de este tipo de crisis: el afán de ganar dinero de manera fácil ciega a un porcentaje cada vez más alto de la población hasta que finalmente se desata la crisis. Sería una explicación razonable si no fuera porque yo mismo, poco sospechoso de simpatizar con banqueros, corredores de bolsa, agentes de cambio y otra fauna similar, incurrí en el mismo pecado.
Recuerdo que hace unos dos años hablaba con absoluta seguridad del esplendoroso futuro que aguardaba a los regímenes izquierdistas que se estaban extendiendo por Latinoamérica, pues tenía la convicción de que habíamos entrado en un ciclo prolongado de precios altos de materias primas como el petróleo, el níquel, el cobre, etc. Al poseer los países latinoamericanos grandes reservas de estos recursos, ello garantizaba que los gobiernos de izquierdas contarían con dinero abundante para llevar a cabo sus políticas. Al mismo tiempo creía que la burbuja especulativa de la bolsa acabaría estallando y provocando una crisis mundial, lo que en pura lógica debía provocar un descenso en el precio de las materias primas: si hay crisis hay menor producción, a menor producción menor demanda de materias primas. Pero esta ecuación tan simple me pasaba totalmente inadvertida.
¿Cómo me lo puedo explicar? En realidad es la misma explicación que la de las euforias especulativas, pero con mayor generalidad, pues tiene que ver con la naturaleza hiumana: la gente cree lo que quiere creer. Si quieres hacerte rico sin esfuerzo, creerás en esas inversiones con unos beneficios elevadísimos pero sin riesgos. Si quieres que el socialismo se extienda por América Latina, cualquier triunfo momentáneo te hará creer que se ha iniciado una trayectoria imparable hacia el socialismo.

jueves, 19 de febrero de 2009

ASUMIR EL RIESGO (y III)

En días pasados hablé del caso del parricida adolescente que, quince años después, tuvo que abandonar un concurso de televisión debido a la presión social para que lo hiciera. En las dos ocasiones anteriores en que abordé el tema me referí a lo injusto que consideraba esa situación y a como el internet contribuye a desvelar nuestra intimidad. Hoy quería hablar de la personalidad de ese individuo en sí a partir de lo poco que se pudo entrever de él durante el escándalo.
Lo primero que me sorprende es el hecho que se hubiera expuesto a aparecer en un reality show cuando es sabido que el pasado de aquellos que descuellan en este tipo de programas es escrutado con particular intensidad. Podríamos pensar en un acto supremo de imprudencia por su parte, pero más bien me inclino a pensar que siente algún tipo de resentimiento porque considera injusto que su pasado lo condene de forma perpetua, y que su decisión de participar en el programa fue una especie de reto que le planteaba a la sociedad en abstracto. Que estaba destinado a perderlo debía ser evidente hasta para él mismo y, aún así, decidió arrostrarlo. También es evidente que su vida va a empeorar a partir de ahora y ello no hará más que acrecentar su resentimiento, por lo que su plena reinserción será todavía más difícil y lo, más importante, confirmará las expectativas que la gente se hace de gente con un comportamiento en el pasado como el suyo.
Me parece importante esto último porque una de las justificaciones que he oído en boca de gente que participó en su linchamiento mediático, es la de que se trata de un psicópata que debería estar encerrado de por vida para evitar que pudiera dañar a alguien. Es posible que el tipo tenga esa enfermedad mental, pero no tengo claro hasta qué punto eso es una solución. Los desórdenes en la conducta, desde la simple depresión hasta las psicopatologías más graves, son más frecuentes de lo que imaginamos. El problema es que, a medida que se conocen más se corre el riesgo que aquellos que los padecen se conviertan en los nuevos leprosos. Sigamos con el ejemplo de los psicópatas, el más extremo de todos. Se trata de gente incapaz de sentir empatía hacia los demás y por tanto, absolutamente indiferentes a los sentimientos de otra gente. En realidad sólo una ínfima minoría de ellos acaban convirtiéndose en asesinos seriales, pero sí pueden causar infelicidad a la gente que les rodea ya que la tratan como objetos para alcanzar sus fines. Pues bien, parece ser que se trata de un desorden de la conducta bastante extendido pero, lo que es peor, frecuente entre los mandos medios de cualquier organización (empresa, ejército, administración pública...), lo que amplía el número potencial de sus víctimas.
Lo que yo me pregunto es si la mayor parte de los problemas que causan estos individuos se debe a su mera existencia o al hecho que, tal como está organizada la sociedad, el daño que pueden causar se incrementa exponencialmente. Me parece reveladora la superabundancia del perfil psicopático en los mandos medios de las organizaciones que acabamos de referir, pues prueba que sus comportamientos en realidad son afines con las políticas de estas organizaciones (basadas en la explotación de los individuos) y, por tanto, premiados. En una sociedad sana este tipo de individuos quedarían relegados por la propia dinámica social, de modo que su capacidad de hacer daño disminuiría considerablemente.
Otro ejemplo sería el de la difusión de las armas entre la población. Cuando alguna persona enloquecida provoca una masacre la responsabilidad es compartida entre ese individuo y una sociedad que permite que cualquier persona tenga acceso a las armas de fuego. En el fondo, en un ambiente de violencia estructural el número de psicopatologías se incrementa, pero es que encima se facilita que las personas trastornadas causen dolor a los demás. Si, como parece, la existencia de gente con alteraciones en la conducta es inevitable debemos asumir el riesgo de convivir con ellos, igual que aceptamos otro tipo de riesgos. En todo caso, trabajemos por cambiar un entorno que los hace aún más peligrosos.

miércoles, 18 de febrero de 2009

DIOS EN LA BARRANCA

Cómodamente arrellanada en el asiento de clase ejecutiva del avión, la encantadora anciana repasaba con atención el catálogo de la próxima subasta de Sotheby's. Desde que hacía cinco años su vista empezó a nublarse se aficionó al arte abstracto, pues de hecho en su nueva condición visual todo le parecía arte abstracto. Abandonó entonces la gestión del emporio industrial que le había legado su marido en manos de los nietos y se decidió a ocupar el puesto en el consejo de patrocinadores del Museo Guggenheim que le correspondía por tradición familiar. Una obligación que hasta ese momento había eludido declinando en favor de su hijo mayor con la excusa de que "así ese inútil se distrae en algo inofensivo". Presa de una repentina pasión por el mundo del arte, lo desplazó al consejo consultivo de su fundación filantrópica ("así ese inútil se distrae en algo inofensivo"), ocupó el puesto y en poco tiempo su energía y decisión le ganaron el respeto de sus colegas, así como una enorme influencia en todo tipo de decisiones que atañeran al museo.
Esta nueva vida la colmaba de satisfacciones, aunque también conllevaba tareas mucho menos gratas, como este viaje. Había aceptado la invitación de aquel presidente municipal de una desconocida ciudad mexicana para quitárselo momentáneamente de encima sin pensar que, de ese modo, lo tendría que aguantar durante días enteros. En fin, visitaría cuanto antes aquel mirador que le aseguraban era la ubicación ideal para un nuevo museo Guggenheim, e idearía cualquier motivo para irse lo antes posible. La recepción en el Palacio de Gobierno no hizo sino confirmar sus aprehensiones. El sucio y caótico centro de la ciudad no se parecía en nada al de Guanajuato, que conocía de un viaje que había hecho con su esposo cuando jóvenes, y por supuesto, no parecía digno de albergar su museo. Ni de lejos imaginaba lo que le esperaba cuando se dirigieron hacia el mirador de la barrancia de Huentitán.
Al asomarse a la profundidad de la barranca, una paleta de todas las gamas de ocres de las rocas y verdes de la vegetación estallaron ante su vista, en manchas que se desplazaban continuamente a medida que el sol iba iluminando nuevos contornos y oscureciendo otros. Extasiada, dejó pasar los minutos hasta que finalmente exclamó:
–¡Esta es la morada de Dios! Aquí construiremos el nuevo Guggenheim.
De inmediato tomó el teléfono para comunicarse con el director del museo en Nueva York y describirle el espectáculo que se desarrollaba ante ella. Pero debido a las tímidas objeciones del director tuvo que desplazar la vista hacia el interior del mirador para poder concentrarse mejor en la conversación. Fue entonces cuando reparó en la presencia de unas criaturas que violaban flagrantemente la divinidad recién proclamada del lugar: tras unos matorrales, una hembra y un macho jóvenes parecían despiojarse mutuamente, en tanto que un bullicioso grupo compuesto por una pareja de adultos con sus crías rompía con sus alaridos la paz del recinto sagrado.
–¿Y ésto? –señaló acusadoramente al terminar la conversación telefónica.
–Esto... verá –tartamudeó uno de sus acompañantes nativos–... son mexicanos... es que son muy abundantes en este país... y como pues esto es... esto es un parque público...
–¡Pero no es posible! No pueden estar junto a mis modiglianis y mis picassos.
–Por supuesto que no, señora –convino el presidente municipal, que ya había pensado en ese detalle–, les haremos otro parque público al lado de unas límpidas y cristalinas cascadas que hay en El Salto.

martes, 17 de febrero de 2009

NO CODICIARÁS EL LIBRO AJENO

Son innumerables los comentarios irónicos acerca de aquella gente que olvida regresar los libros que les prestan. En cambio, los martillos, escaleras, destornilladores y un largo etcétera también prestados y nunca devueltos, deben ser igualmente numerosos, pero no han generado un volumen similar de sarcasmos. Supongo que esta superabundancia de los libros en la chistología tiene que ver con el hecho de que las víctimas de tales olvidos son gente con un cierto nivel cultural, poco dadas a recuperarlos mediante la violencia y que, por tanto, desahogan su frustración contra los victimarios haciéndolos a su vez víctimas del ingenio.
Ni que decir tiene que tal recurso es del todo ineficaz con gente de esa calaña. Las palabras ingeniosamente hirientes que
harían llorar de humillación a una persona sensible, chocan con una espesa capa de brutalidad y primitivismo cuando se dirigen a estos acaparadores de libros ajenos. Pero esto nos pone sobre la pista del error de partida que cometen los perjudicados al preguntarse por los motivos de una pérdida que les provoca tanto dolor: el suponer que aquellos que no devuelven los libros lo hacen llevados por su pasión hacia la lectura y la cultura en general. "Cree el ladrón que todos son de su condición" (que desafortunado resulta el refrán en este caso), por lo que llegan a creer que si un presunto amigo no les devolvió el libro que le recomendaron tan encarecidamente es porque les ha provocado el mismo éxtasis y ha decidido conservarlo para sí.
De mi limitada experiencia acerca de la naturaleza humana he llegado a la conclusión de que nuestra especie se divide en dos grupos, según el valor de uso que le concede a los libros. ¿Quién no ha detenido su vista con delectación sobre el libro que se dispone a leer mientras acaricia amorosamente las tapas?¿Quién no ha pasado largos momentos de felicidad contemplando embelesado su biblioteca particular?¿Quién no ha dedicado horas enteras a ensayar nuevas formas de clasificación de sus libros, tan sólo para llegar a la conclusión que es preferible ese maravilloso desorden que nos procura agradables encuentros fortuitos?¿Quién no ha comprado libros que sabe que no va a leer en muchísimo tiempo, quizá nunca, o que ya leyó, tan sólo por el placer de poseerlos?¿Quién no ha experimentado terribles angustias al pensar que ni siquiera un vida entera dedicada íntegramente a la lectura alcanzaría para leer todos los libros que uno se ha impuesto como obligación?
Pues casi todos los que nos rodean. Esos cafres consideran al libro como un bien que se agota con su primer (y único para ellos) uso. Una vez leído, o más frecuentemente medio leído, o aún más frecuentemente rápidamente hojeado, o en la mayoría de los casos sopesado ("Uy qué libro tan gordo") mientras se observa distraídamente la cubierta, el libro pierde para ellos cualquier valor que pudiera tener de antemano. Es por ello que no consideran una falta de etiqueta el no devolver un libro, puesto que si el que se los prestó ya lo leyó, para qué lo va a querer. Es más, en lo más profundo de su ser creen que quién se lo prestó en realidad pretendía deshacerse de él para desahogar espacio en la casa. Es por eso también que los libros prestados son siempre irrecuperables, ya que al dejarlos en manos de esta clase de individuos se inicia una serie de préstamos en cadena de una velocidad febril que en poco tiempo los vuelve ilocalizables, a no ser que el propietario haya tenido la prudencia de colocarles un chip. Aunque esto último tan sólo le servirá para ubicarlo, tras una frenética persecución, en algún vertedero bajo toneladas de basura.
En fin, como minoría marginada no nos queda más que resignarnos a este estado de cosas. Pero no por ello deje de prestar libros, yo mismo he armado así buena parte de mi biblioteca.

lunes, 16 de febrero de 2009

EL MACHO SENSIBLE

Clint Eastwood es el personaje que mejor representa la diferencia entre la película del sábado en la tarde y la del sábado en la noche de la que hablaba ayer. Casi cada sábado la televisión nos proporcionaba una ración semanal de películas del Oeste, por lo que su caracterización como el "hombre sin nombre" de los spaghetti western es uno de mis recuerdos infantiles. Incluso para un niño pequeño como yo la diferencia entre él y los pistoleros de otras películas era evidente: iba mugroso, sin afeitar, en los momentos de tensión las gotas de sudor le resbalaban por la frente, las moscas le estorbaban constantemente... Tampoco se prodigaba en las frases heroicas ni en las exclamaciones que tanto nos gustaba imitar cuando jugábamos a "indios y vaqueros". Al contrario, el ingenio de su laconismo pasaba inadvertido para mi mente infantil. En suma, en nada se parecía a mis héroes favoritos. Pero al mismo tiempo el "hombre sin nombre" tenía un cierto magnetismo, como que simbolizaba algo plenamente adulto que no se podía imitar, a lo que sólo se podía llegar con la experiencia que da la vida.
Su caracterización de "Harry el Sucio", en cambio, pertenecía al reino de los sábados en la noche, por lo que estaba vedada para mí. De los momentos que la distracción de mis padres me permitieron ver sólo recuerdo algún atisbo de un personaje parecido al de los westerns pero más airado. Sin embargo, cuando llegué a la adolescencia y entendí mejor el mundo, aprendí que el personaje que me había atraído de niño era un fascista y que, por tanto, merecía mi más absoluto desprecio. Como no podía ser de otro modo, el sentimiento se trasladó también a la persona y Clint Eastwood pasó a formar parte de la galería de actores odiosos junto a Chuck Norris, Sylvester Stallone o Charles Bronson.
Sin perdón, película que dirigió en interpretó, resquebrajó esta visión tan esquemática. Un western protagonizado por ancianos que se reivindican al final de su vida tenía algo de defensa de la dignidad del ser humano. Además, aunque finalizaba con una gran explosión de violencia, ésta se dirigía contra la autoridad del sheriff, un auténtico fascista, y no provocaba la exaltación que podría esperarse, sino un sentimiento de amargura. No obstante, cuando ya se había desembarazado de una etiqueta, su agitada vida privada me obligó a colgarle otra aún peor, la de misógino.
Esta nueva imagen duró hasta Los puentes de Madison, que también dirigió e interpretó. Este romance adúltero, en el que una mujer madura descubre la pasión que una plácida existencia le ha negado durante toda la vida, transmitía una sensibilidad que se contradecía con la imagen de macho que me había formado de Clint Eastwood. Pero mi rendición definitiva llegó con La chica del millón de dólares. En esta ocasión, el sentimiento se traslada de una pareja unida por una pasión fugaz, al amor entre padre e hija. El hecho que un hombre sólo y desahuciado renuncie por amor a la que ha hecho su hija, a la única persona que podía dar algo de sentido a los últimos años de su vida, es una de las tragedias que más me han conmovido en los últimos años.
Después aún llegó su par de películas sobre la batalla de Iwo Jima, en especial la contada desde el lado japonés. Una gran película con un eficaz mensaje antibélico. Hay un cierto misterio en todo esto, ¿cómo es posible que la misma persona que interpretó a "Harry el Sucio" demuestre luego tanta sensibilidad? Porque lo que además me sume en una cierta perplejidad es que no cabe duda que Clint Eastwood sigue siendo un tipo "de derechas". Quizá la vida es más complicada de lo que pensaba, pero como mínimo en su trayectoria Clint Eastwood representa el cambio de visión que experimentas cuando ya no eres niño: que en la vida adulta no sólo hay fuerza bruta, también hay lugar para los sentimientos. Está bien que los hombres sean muy hombres, pero también tienen que ser sensibles.

domingo, 15 de febrero de 2009

LA TELEVISIÓN DE AYER

Cuando era muy niño tan sólo existía un canal de televisión en España, de carácter público. Bueno, había un segundo canal, también público y con una vocación más cultural, que no recuerdo que viera alguien. Por este motivo la televisión era más reverenciada y el gusto televisivo de la gente más unánime. El llamado "hombre del tiempo", por ejemplo, era una de las personas más conocidas del país. Otra de las características de la televisión de esa época es que sólo se pasaban dos películas en toda la semana, ambas el sábado. La de la tarde estaba dentro del horario infantil, pero los niños de aquella época no les merecíamos la misma consideración a los grandes estudios que los de la actualidad. Eran contadas las películas que se hacían para el público infantil, por lo que los programadores de televisión consideraban que las películas viejas de Tarzán y de "indios y vaqueros" eran un entretenimiento más que digno para nosotros.
La película del sábado en la noche, en cambio, indicaba la hora en que nos teníamos que ir a dormir. Era también el momento de una escena que se repetía cada semana: si durante toda la tarde habíamos desesperado a los padres con nuestra hiperactividad, en cuanto empezaba la película se operaba una profunda metamorfosis. Nos quedábamos muy quietos, callados, casi sin respirar, intentando pasar desapercibidos el mayor tiempo posible para aplazar al máximo el instante fatal en que nos mandarían a la cama. Pero se trataba de un esfuerzo inevitablemente abocado al fracaso. El primer beso, el primer tiro, la primera grosería... todo ello eran palancas que activaban en nuestros padres la conciencia de que eran precisamente eso, padres, y por tanto con niños pequeños que a esa hora debían estar durmiendo. Las protestas de cada sábado se topaban invariablemente con dos excusas que se repetían también semanalmente en distintas versiones: "a esta hora los niños ya están en la cama" y "esta película no es para niños".
La vida de una persona de divide convencionalmente en etapas: la niñez, la juventud, la etapa adulta, la vejez... El desarrollo de nuestras sociedades occidentales ha añadido también la adolescencia, una edad en que la mayoría de la Humanidad ya se tiene que ganar el pan, pero en la que en los países ricos nos toleran causar problemas sin aportar nada a cambio. No obstante, aún siendo niño hay una diferencia importante entre ser un "niño pequeño" y un "niño grande". En mis tiempos el rito de paso entre estas dos etapas era el momento en que te permitían ver la película del sábado en la noche.
Pero en mi caso, la condición de hijo mayor contribuyó a retrasar mi acceso a la condición de "niño grande". Y es que a la edad en que mis padres debían considerar que la visión de una teta o la audición de un "cabrón" ya no me deslizaría fatalmente a la delincuencia y la drogadicción, me topaba con el obstáculo de dos hermanas más pequeñas que también reivindicaban su derecho a ver la película. La sordidez de la escena que tenía lugar entonces superaba con mucho la violencia que pudiera contener la película y me confrontó a una temprana edad con la perversidad intrínseca del alma humana. En el momento en que mis padres indicaban a mis hermanas que había llegado el momento de que se fueran a dormir, ellas me señalaban acusadoramente con el dedo y les reclamaban porqué yo sí me podía quedar. Rápidamente adoptaba un gesto lo más maduro posible, pero la respuesta que daban mis padres para ahorrarse nuevas explicaciones caía sobre mí como una losa:
-No. Él también se va a la cama.
Y todo esto porque quería hablar de Clint Eastwood. Mejor sigo otro día.

sábado, 14 de febrero de 2009

HACER JUSTICIA

¿De dónde procede esa sensación de impunidad que casi siempre nos deja la acción de la justicia en México? No será por la falta de procedimientos y de sentencias, eso seguro. Cada vez que llega al conocimiento del público algún caso de abuso por parte de los poderosos se nos informa de la apertura de expedientes e investigaciones. Investigaciones que al cabo de unos meses, cuando la irritación por ese abuso en concreto ha dejado paso a la indignación por otros escándalos, concluyen invariablemente en absoluciones o en comunicados que informan que "una vez concluido el expediente, se ha decidido el no ejercicio de la acción penal". No podía ser de otra forma, en el país de las apariencias los abusones no se contentan sólo con robar, también quieren su certificado de buena conducta.
Es precisamente esta hipocresía la que me provoca más indignación. Deforman de forma aberrante principios consagrados como la presunción de inocencia o la seguridad jurídica para, no sólo abusar impunemente, sino encima cubrirse de una pátina de respeto a la legalidad y tildar a aquellos que protestan por tanta farsa de resentidos o, aún peor, de intolerantes que no respetan las leyes e instituciones "que los mexicanos nos hemos dado" y "que
tanto costaron construir". Es increíble cuanto cinismo. Lo único que demuestran es su desvergüenza en aprobar leyes y reglamentos a modo o, cuando eso no les es posible, su interpretación sesgada y torticera.
Con mis menos que rudimentarios conocimientos jurídicos he llegado a identificar dos formas de actuación de la autoridad cuando tiene que resolver cualquier conflicto. A una la podríamos llamar garantismo, a la otra legismo. La primera corresponde al criterio que se basa en identificar los principios que inspiraron las leyes. En este caso la ley es una garantía de que esos principios se lleven a la práctica, que las relaciones sociales se rigen realmente por ellos. Cada caso concreto se resolverá haciendo prevalecer el espíritu que emana de los principios de justicia, libertad e igualdad que definen la democracia.
El legismo, en cambio, no trasciende más allá de la letra de la ley. Con el pretexto de que ésta contiene todos los elementos que permiten juzgar un caso, se ampara en que seguir las formas de un procedimiento otorga completa legitimidad al resultado de éste, cualquiera que sea. En el fondo no es más que una misa en que la liturgia ha desplazado por completo al sentimiento religioso. Y además en latín, porque su jerga incomprensible no es más que otro subterfugio para encubrir sus trapacerías. Despojando a la ley de su alma convierten a lo que debería ser un instrumento de justicia en la misma encarnación de la justicia, en una vulgar caricatura.
Por supuesto que se podría identificar este último proceder con un ánimo más metódico y el primero con un impulso idealista, pero no veo porqué ambos tienen que estar reñidos. Lo que identifico con legismo son aquellas decisiones que ya están tomadas de antemano, esas actuaciones que empiezan dictando sentencia y después buscan la forma de justificarla. Y si no, ¿cuantas veces se ha interpretado una ley de formas distintas, pero curiosamente el beneficiario siempre es el mismo?
Ellos mismos dictan la ley, la interpretan y
la aplican. Ellos saben que es mal teatro y por eso no nos exigen que aplaudamos. Pero eso sí, no nos perdonan el precio de la entrada.

viernes, 13 de febrero de 2009

FUEGOS EN EL CIELO

La primera vez que leí algo acerca del Síndrome de Kessler fue hace dos años, cuando los chinos hicieron explotar un satélite en órbita enviando un misil contra él. Entre las críticas que otros países lanzaron contra esta prueba estaba la de que los fragmentos resultantes de la explosión habían incrementado la basura espacial en un 20%. Hasta entonces, las veces que había oído hablar de los problemas que podía provocar la basura espacial, éstos se centraban en el riesgo que suponía para las misiones tripuladas al espacio. Pero el Síndrome de Kessler alude a un problema mucho más grave, de hecho catastrófico, y da la impresión que inevitable.
En realidad las víctimas más propicias de la basura espacial son los satélites artificiales, de los que en la actualidad hay unos 8,000 orbitando alrededor de la Tierra (entre operativos y fuera de servicio) y a los que constantemente se suman nuevos satélites. En algún momento cualquiera de ellos chocará con alguno de los 600,000 objetos mayores de 1 cm que también orbitan alrededor de la Tierra, causando su destrucción, aumentando así la basura espacial y, por tanto, incrementando las probabilidades de que se produzca una nueva colisión.
Esto último es el llamado Síndrome de Kessler: la primera colisión desencadena una especie de efecto dominó, en la que una colisión provoca que más adelante se produzca otra y así indefinidamente. Es decir, las probabilidades de que haya una colisión aumentan conforme aumenta la basura espacial, por lo que fenómenos como el de ayer, en que dos satélites quedaron destruidos por un choque y se generó una gran cantidad de basura espacial, serán cada vez más frecuentes. De este modo el intervalo entre un accidente y otro será progresivamente más corto, uno al año, uno al mes, uno por semana... hasta que llegue un punto en que la basura espacial alcanzará tal magnitud que se producirá una sucesión de explosiones en cadena en que los satélites restantes quedarán destruidos uno tras otro en cuestión de segundos. Si ocurre de noche el espectáculo será impresionante: unos fuegos artificiales en lo más alto del cielo.
La principal preocupación que expresaba Kessler al presentar esta teoría era la de que la gran masa de basura espacial resultante haría imposible el lanzamiento de nuevos satélites durante generaciones. Pero yo me pregunto si las consecuencias de esta destrucción en cadena no serán mucho peores. Con la globalización, la organización de nuestra sociedad se basa cada vez en mayor medida en las comunicaciones por satélite, un sistema que vemos que podría quedar inutilizado en cuestión de segundos. Imaginen la escena, de repente el internet, la televisión, el radio, el teléfono... dejan de funcionar, lo que llevaría al colapso súbito de nuestra civilización, pues a continuación dejarían de funcionar los sistemas de transporte, las redes de electricidad, el abasto de agua...
Si ocurre de noche la basura espacial verá un espectáculo impresionante: todas las luces que iluminan nuestras ciudades y pueblos apagándose rápidamente una tras otra hasta hacerse la oscuridad más absoluta.

jueves, 12 de febrero de 2009

ASUMIR EL RIESGO (II)

Hace unos días hablábamos del caso de un individuo que catorce años atrás, siendo menor de edad, asesinó a sus padres. El caso volvió a salir a la luz porque estaba participando en un reality show y, al conocerse su pasado, la presión de la opinión pública forzó su salida del programa. En la ocasión anterior habíamos enfocado este asunto desde la perspectiva de los derechos de este individuo, que considerábamos se habían vulnerado injustificadamente. En esta ocasión quisiera enfocar el hecho desde el punto de vista de las posibilidades que tenemos de salvaguardar nuestra intimidad.
Si algo nos enseña este caso es la casi imposibilidad del anonimato en la sociedad actual debido al desarrollo de las tecnologías de la información, en especial el internet. Cualquiera que teclée su nombre en un buscador quedará sorprendido de la cantidad de rastros que dejamos en la web. En su inmensa mayoría serán referencias anodinas sin interés excepto para nosotros mismos o nuestros allegados. Pero en otros casos la aparente impersonalidad de encontrarse a solas frente a una pantalla puede hacer que revelemos datos de nuestra intimidad de los que no quisiéramos que se enterara la gente que nos conoce. También puede ser que quede constancia de un hecho en el que participamos y que confiábamos iba a quedar confinado a un círculo reducido. No obstante, si llega a aparecer en la web estará al alcance de todo el mundo.
En el caso del individuo que nos ocupa su situación es más delicada. Aunque en el momento en que cometió su crimen el internet estaba en sus inicios, muchos diarios ya tenían una edición digital. En una situación como la suya, una persona que quisiera rehacer su vida se iría a algún lugar donde nadie lo conociera y pudiera iniciar una nueva vida sin la sombra de ese oscuro pasado. Pero hoy en día eso ya no es posible, su nombre vinculado a ese crimen quedó registrado en decenas de páginas web, y esas serán las primeras páginas que le aparecerán a cualquiera que se relacione a partir de ahora con él y sienta la curiosidad de conocer algo más.
Se trata de un caso extremo, pero ya hemos visto que todos nosotros estamos expuestos a ese riesgo. Nunca como ahora habíamos pasado tantas horas a solas, pero nunca como hasta ahora nuestra vida había sido tan pública. No nos queda más remedio que asumirlo. Ahora la expresión "atrapado por su pasado" sí tiene una validez total.

miércoles, 11 de febrero de 2009

¿CUÁNDO SE PERDIÓ LA ILUSIÓN?

Nunca una derrota contra Estados Unidos había sido tan pronosticada como hoy. Daba lo mismo el campo, el "esquema táctico", la alineación... Todos sabíamos que el resultado sería el mismo: íbamos a perder. ¿Cómo hemos caído tan bajo? En realidad el Tri no hace sino reflejar el espíritu nacional, y México ya perdió la ilusión. Ya todo da lo mismo, las cosas sólo pueden ir a peor y no podremos salvar ningún obstáculo que se nos ponga delante. ¿Cómo vamos a plantearnos así cualquier reto, por sencillo que sea como ganarle a los Estados Unidos?
Hace dos años medio México perdió la esperanza de que las cosas pudieran cambiar en este país. Quedó claro que los ganones, los gandallas, siempre se acabarían imponiendo. La satisfacción por haberse salido con la suya le ha durado poco al otro medio. Todos pueden ver al gobierno expoliando las reservas para salvar a los ricos y los banqueros mientras millones se hunden en la pobreza. Todos intuyen que la guerra contra el narcotráfico no es más que una farsa, que cada cual trabaja para un cártel. Ya sólo queda sobrevivir.
Y encima dicen que "todos somos culpables". Y el obispo que protege pederastas nos quiere dar lecciones de moral, el plutócrata que saquea el país nos dice que comprar un dvd pirata es como robar, el político que los ampara y se inclina ante ellos nos dice que tenemos que remar todos juntos para afrontar la crisis. Pues no. Es lo que quisieran, que todos nos revolcáramos en la inmundicia como hacen ellos. Pero a la mayoría nos dan asco los pederastas, la mayoría no robamos, la mayoría no abusamos del que puede menos que nosotros. Ya se perdió la ilusión de quitarnos de encima a esa casta maldita, pero somos la mayoría los que hacemos que la vida aún sea posible en este país.

¿EL FIN DEL ESTADO DE ISRAEL?

Los resultados de las elecciones legislativas de ayer en Israel no dejan lugar a dudas de hacia donde se dirige esa sociedad. Los tres partidos más votados representan matices ligeramente distintos de una misma posición política: la extrema derecha xenófoba y militarista. Hubo un tiempo en que el Estado de Israel gozaba de las simpatías de la opinión pública mundial. Su imagen de David enfrentado al Goliath árabe, la epopeya de los kibbutz que vencían al desierto, la piedad por el sufrimiento de los judíos durante el Holocausto nazi, todo ello era un aval que justificaba cualquier acción que emprendiera. Sin embargo, hace veinte años el inicio de la Intifada descubrió al mundo la existencia del pueblo palestino, y todo ese andamiaje se vino abajo.
La imagen cambió, Israel ya no era un pequeño pueblo que viviera constantemente asediado por un poderoso enemigo, sino que era él el que sojuzgaba a otro pueblo más pequeño y más débil, era él quien abusaba del indefenso. La farsa de un pueblo ingenioso que convertía los desiertos en vergeles para construirse un hogar dejó paso a la indignación, ante la evidencia que le habían robado su país a otro pueblo. Y el Holocausto queda cada vez más lejos, pero las imágenes de las matanzas, de la destrucción, del dolor, de la miseria que provoca su ejército sobre los palestinos ha convertido a éstos en los principales destinatarios de la solidaridad mundial.
El estado de tensión constante durante sesenta años ha convertido a la sociedad israelí en una sociedad enferma y desquiciada. Ya sólo se sienten seguros aumentando su arsenal de armas y el tamaño de su odio hacia los árabes, lo que acaba provocando que empleen esas armas contra ellos. Se encuentran en un círculo vicioso del que ya no hay salida. El miedo y el odio les lleva a aplastar militarmente a los palestinos una y otra vez, pero cada victoria militar es una derrota moral. Con cada palestino muerto aumentan el resentimiento y los deseos de venganza de sus enemigos, y aumentan el desprecio y la indignación en el resto del mundo. El resentimiento palestino les hace sentirse amenazados, la indignación de la opinión mundial les hace sentirse solos. Lo único que les queda es procurarse más armas y más poderosas para volver a emplearlas contra los palestinos, alimentando otra vez ese círculo infernal.
Cada vez es más evidente que lo que envenena nuestras relaciones con el mundo musulmán es la existencia del Estado de Israel. Pero éste ya ha anunciado que cuenta con armas atómicas y que está dispuesto a emplearlas, aunque eso pondría en riesgo al resto de la Humanidad. Hoy día este pueblo traumatizado y paranoico es la principal amenaza para la paz mundial. Ellos no son culpables, cualquier otro pueblo hubiera acabado igual sometido a las mismas tensiones. Pero hay que hacer algo, porque ¿cuánto tardará la indignación del resto del mundo en convertirse de nuevo en odio hacia los judíos?
Es hora de asumir que la creación del Estado de Israel fue un error histórico. De asumir que no es un hecho consumado, sino la mecha que constantemente amenazará al mundo con sumirlo en una nueva guerra mundial. Es hora de apagar esa mecha.

martes, 10 de febrero de 2009

UNA DEMOCRACIA EJEMPLAR

El General Belgrano era un buque de guerra argentino que fue hundido por un submarino británico durante la Guerra de las Malvinas. En total murieron 323 marinos, casi la mitad de los muertos en el bando argentino durante esa infausta guerra. Aunque pudiéramos pensar que esas cosas pasan en cualquier guerra, esta acción provocó una gran polémica desde el primer momento. Tras la ocupación por sorpresa de las Malvinas por parte del ejército argentino, los británicos habían enviado una expedición para recuperar las islas y decretaron una zona de exclusión de 200 millas alrededor de las Malvinas. El Belgrano se encontraba fuera de esa zona cuando fue hundido, por lo que algunos lo consideraron un crimen de guerra. Sin embargo, según el Derecho de Guerra las zonas de exclusión se decretan para prevenir que un barco de un país neutral se acerque a la zona de combate. En cambio, se considera una operación militar legítima el hundimiento de un barco de guerra enemigo dondequiera que se encuentre.
Más consistente es el otro motivo de controversia, y es que el hundimiento del Belgrano se produjo en los primeros compases de la guerra, cuando el desembarco de las expedición británica aún no había tenido lugar, y otros países estaban mediando para intentar llegar a una solución pacífica del conflicto. Una acción con tantos muertos significaba optar definitivamente por la guerra y que, por lo tanto, aún habría más muertos. ¿Se habría podido evitar? Los militares argentinos en el poder ya habían dado sobradas muestras de su desprecio por la vida humana, pero en el caso del Reino Unido, como país democrático ¿tenía la obligación de hacer un esfuerzo adicional en aras de la paz?¿o lo impidió el carácter duro e inflexible de Margaret Thatcher junto con otras oscuras motivaciones políticas?
Personalmente creo que este último factor tuvo un gran peso en el triste desenlace, pero mi opinión ni siquiera me interesa a mí, lo que me resulta inaudito es que esta polémica no enfrentó únicamente a británicos y argentinos, sino que tuvo lugar en el mismo Reino Unido. Ya me he referido a que éste es un país democrático, pero no he destacado cuan ejemplarmente democrático puede llegar a ser. En plena guerra un diputado británico denunció el hundimiento del Belgrano como una acción criminal, y la BBC, la radiotelevisión pública, se esforzó por mantener un punto de vista neutral para salvaguardar el derecho a la información objetiva de su público, resistiendo todo tipo de presiones por parte del gobierno ¿En qué otro país podría suceder algo así, especialmente si tenemos en cuenta que ellos eran los agredidos?
Un año después de finalizada la guerra, durante un programa en directo en la BBC, Margaret Thatcher fue cuestionada por Diana Gould, una anciana ama de casa, acerca del hundimiento del Belgrano. No es difícil imaginar el horror de Diana Gould, cuyos nietos podrían tener la misma edad que los marinos argentinos ahogados, ante la muerte de tantos jóvenes. En el video del ríspido intercambio de palabras se puede apreciar la rabia contenida de la Thatcher, que finalmente estalló con un agrio reproche que en realidad constituye el mayor homenaje que se le puede hacer a la democracia británica:
I think it could only be in Britain that a prime minister was accused of sinking an enemy ship that was a danger to our navy.
Pues si yo fuera inglés me enorgullecería de ello.

Pueden ver el video de la discusión entre Margaret Thatcher y Diana Gould en los archivos de la BBC, y la transcripción de la discusión en Wikiquote.

lunes, 9 de febrero de 2009

ASUMIR EL RIESGO (I)

Un concursante de un reality show español asesinó a sus padres hace quince años cuando era adolescente. Por ser menor estuvo recluido hasta que cumplió la mayoría de edad, en vez de los sesenta años que le hubieran correspondido por un doble delito de parricidio. Después regresó a la vida normal, tan normal que incluso ha llegado a participar (aunque fugazmente) en un programa de televisión. Pero ante la indignación que se ha despertado entre la opinición pública al revivir el caso, pues el crimen fue cometido con frialdad y premeditación, la cadena de televisión y el concursante han acordado cancelar la participación de éste en el programa.
Esta es la síntesis de lo sucedido, la reflexión que me merece es más extensa y va más allá del hecho en particular. La persona que me contó los detalles de la noticia alegaba dos motivos por los que le parecía justo este desenlace. El primero, y menos contundente, es que consideraba que una reclusión de tres años era un castigo excesivamente benigno para un crimen tan atroz. Sin ser jurista creo que hablar de castigo en este caso está fuera de lugar. En materia de derecho se ha llegado al consenso de que los menores de edad no tienen responsabilidad penal y, por consiguiente, en estricto sentido no se les aplica un castigo por los delitos que puedan cometer. Más bien, se considera que la comisión de un delito indica un desarrollo anormal del niño (del que él no sería responsable, sino su entorno) y que además podría afectar su proceso de maduración. Por este motivo es necesario adoptar medidas como el internamiento en centros de menores, que garanticen que su desarrollo personal sea lo más normal posible hasta que alcance la mayoría de edad. Supongo que esto es lo que sucedió en el caso de este individuo por lo que, si bien el crimen que cometió es espantoso, el hecho de que haya vivido en libertad desde los 18 años no lo es.
El segundo motivo que aducía era el de que, en cualquier caso, y aunque ya hubiera purgado legalmente su pena (ya hemos visto que no hay tal, pero asumamos en el razonamiento que así fue), la naturaleza del crimen lo convierte en un paria que merece una especie de condena moral. Un reproche permanente por el que la sociedad está en su derecho de negarle la realización de actividades en principio al alcance de todos, como participar en un programa de televisión. En suma, que la justicia le impuso un castigo legal temporal, pero una vez finalizado éste la sociedad toma el relevo imponiéndole un castigo social que lo convierte en un ciudadano de segunda clase de por vida.
El penalismo moderno parte del principio que el objetivo principal de la pena es la rehabilitación del delincuente. Obviamente es necesario un castigo por el agravio que se ha cometido contra la ley y contra las víctimas, habitualmente la privación de la libertad y el pago de una indemnización cuando procede, pero esto no tiene porqué ser contradictorio con que el resultado final de la condena sea la reinserción plena del exdelincuente en la sociedad. Hay un principio ético detrás, que es el de la no imposición de castigos crueles y degradantes, y que se vulnera cuando se le niegan a un antiguo criminal los mismos derechos que a los demás. Pero es que además, hay una cuestión de orden práctico que debería convencernos para reprimir nuestros instintos de venganza. Más importante aún que castigar a los culpables, pues en este caso el daño ya está hecho, es prevenir la comisión de nuevos delitos, y el hecho de impedir a los exdelincuentes el llevar una vida normal propicia el que éstos vuelvan a delinquir y, por tanto, a que haya nuevas víctimas.
Un ejemplo práctico de todo esto son las dificultades que encuentran los exreclusos para encontrar empleo, lo que los orilla a delinquir de nuevo, y lo que justifica a su vez la existencia de regímenes de contratación especiales para este colectivo con bonificaciones a los empresarios que los contraten. Aunque seguramente muchos consideran esta medida como un privilegio inaceptable, puede parecer hasta cierto punto asumible, pero ¿qué hay cuando se trata de crímenes especialmente horrendos cómo el que nos ocupa? Pues bien, la congruencia con un principio se demuestra cuando se aplica a los casos más extremos. Me repugna el crimen que cometió este individuo, me repugna el linchamiento al que se le somete ahora.
De todos modos, lo que se puede entrever del individuo que protagoniza la historia abre otro hilo de reflexión importante, que además justifica el título de esta entrada. Lo retomaremos en otra ocasión.

domingo, 8 de febrero de 2009

POR QUÉ ES EL BOSS

Cuando en 1984 Bruce Springsteen sacó su Born in the U.S.A. ya era una estrella del rock, pero este disco lo catapultó aún más allá, lo convirtió en leyenda. Sin embargo, el contraste de sus desoladas canciones anteriores con la factura más comercial y amable de "Dancing in the dark" o "Glory days", así como la imagen musculosa y sexy que ahora proyectaba Springsteen provocaron controversias entre sus antiguos admiradores, que se preguntaban si no estaba abandonando sus orígenes de voz de los eternos perdedores. La canción que da nombre al disco contribuyó a la confusión. En realidad denuncia como los jóvenes de la working class eran inducidos a alistarse ("Got in a little hometown jam / So they put a rifle in my hand"), la futilidad de la guerra y las dificultades que aguardaban a los veteranos a su regreso ("Nowhere to run ain't got nowhere to go"). En parte confundido por el arreglo épico de la canción y el estribillo, y en parte debido a su proverbial estupidez, el mismo Ronald Reagan llegó a referirse al mensaje de esperanza y patriotismo de las canciones de Springsteen.
En cambio "My hometown" no ofrece ninguna duda del compromiso y la sensibilidad de Springsteen. Empieza rememorando una escena de la infancia del cantante en los años cincuenta en su pueblo natal: mientras pasea con su padre éste le dice con orgullo que eche un vistazo a su pueblo. El registro cambia totalmente en la segunda y la tercera estrofas, en las que Springsteen habla de las tensiones raciales durante su adolescencia en los sesenta y de la depresión económica de los setenta, que cerró las fábricas y dejó sin posibilidades de ganarse la vida a los jóvenes de su generación. En la estrofa final el protagonista, ahora un joven padre de familia, decide irse a cualquier otro lugar. Cuando se suben al carro le dice a su hijo que le eche a un vistazo a su pueblo, dónde ya no han de regresar.
La fuerza de las letras de Springsteen es que ni discursea, ni acusa directamente a nadie, ni busca la explicación de las pequeñas tragedias de la gente común que protagoniza sus canciones. Las construye a base de esbozos sueltos de imágenes en los que cualquiera se puede ver reflejado. Que alguien pueda cantar así lo que siente la gente corriente en sus alegrías y desgracias cotidianas, cuando se enamora, pierde el empleo, nace un hijo... es lo que devuelve la dignidad a tantos que son catalogados como perdedores. Sus vidas son el material con el que se tejen canciones tan maravillosas como "My hometown".


Para los curiosos ahí les dejo la letra y el enlace al video.

MY HOMETOWN
I was eight years old and running with a dime in my hand
into the bus stop to pick up a paper for my old man

I'd sit on his lap in that big old Buick and steer as we drove through town
He'd tousle my hair and say son take a good look around this is your hometown
This is your hometown
This is your hometown
This is your hometown

In '65 tension was running high at my high school
There was a lot of fights between the black and white
There was nothing you could do
Two cars at a light on a Saturday night in the back seat there was a gun
Words were passed in a shotgun blast
Troubled times had come to my hometown
My hometown
My hometown
My hometown

Now Main Street's whitewashed windows and vacant stores
Seems like there ain't nobody wants to come down here no more
They're closing down the textile mill across the railroad tracks
Foreman says these jobs are going boys and they ain't coming back to your hometown
Your hometown
Your hometown
Your hometown

Last night me and Kate we laid in bed
talking about getting out
Packing up our bags maybe heading south
I'm thirty-five we got a boy of our own now
Last night I sat him up behind the wheel and said son take a good look around
This is your hometown
http://www.youtube.com/watch?v=UIqYn_1IdZU

sábado, 7 de febrero de 2009

UN GENIO DESCONOCIDO

Una de las personas más brillantes en la historia de la Humanidad debe ser Sequoyah (1767-1843), un indio cherokee que vivió en la región del Mississippi y cuya proeza es poco conocida. Yo mismo no sabía de su existencia hasta hace un par de meses, y sin embargo no se me ocurre ningún otro individuo que haya realizado una obra comparable a la suya. ¿Que por qué tanta admiración? Veamos. Sequoyah era un herrero analfabeto que no hablaba inglés, como el resto de cherokees de su tiempo, pero como el resto de cherokees también había obervado que los blancos hacían marcas en papeles, después las descifraban... y obtenían grandes ventajas de ello.
Con esa sola información, Sequoyah se dio a la tarea de emular al hombre blanco. Su primera invención fue la de un sistema para la contabilidad del negocio. Creó una imagen para cada uno de sus clientes, a las que luego añadía círculos y rayas que representaban los pedidos que le hacían y el dinero que le adeudaban. Aunque útil, este rudimentario sistema no era el instrumento para representar la lengua cherokee que Sequoyah buscaba, por lo que su siguiente paso fue crearlo. Su primera tentativa fue la de anotar cada palabra con una imagen representativa, pero pronto advirtió que escribir de ese modo exigía demasiado trabajo, por lo que substituyó las imágenes por signos. De todos modos, cuando ya había creado cientos de signos y aún no había completado la tarea, comprendió que iba a necesitar algún otro método.
Su trabajo constante con la lengua probablemente le hizo notar el hecho que las palabras se componen de sonidos, y que estos sonidos se repiten en las distintas palabras. Esta fue la vía que siguió para su creación definitiva, un silabario de 85 signos que representaban las distintas sílabas de la lengua cherokee y mediante el cual se podía escribir cualquier palabra. Los signos de este silabario son letras del alfabeto inglés que copió de un libro de gramática, aunque evidentemente representan sonidos distintos (pues Sequoyah no sabía leer en inglés), m
ás otros que él mismo creó. En poco tiempo los cherokees estaban usando este silabario e incluso llegó a editarse un diario con él. Tras crear el silabario Sequoyah dedicó los siguientes años a negociar con el gobierno norteamericano el reconocimiento de un territorio propio para la nación cherokee, así como a lograr la reunificiación de su pueblo. Precisamente murió durante un viaje a México mientras intentaba contactar a una parte del pueblo cherokee que se había establecido ahí.
Hasta aquí podríamos pensar que Sequoyah no era más que un tipo ingenioso que encontró una solución para un problema práctico de su gente. Sin embargo, si repasamos la historia de la escritura podremos apreciar mejor la excepcionalidad de este personaje. La primera forma histórica de escritura reconocida como tal es la llamada escritura cuneiforme, aparecida en Mesopotamia en el IV milenio a.C. En un principio se empleaba para la contabiliad y consistía en una serie de muescas, que representaban unidades de medida, más un pictograma que representaba lo que se estaba contando.
El uso de esta forma de escritura se fue ampliando, desde su función original para llevar registros a la escritura de todo tipo de textos (leyes, historias...) por lo que se fueron creando nuevos pictogramas que permitieran representar todo tipo de ideas complejas. Sin embargo, a medida que se extendía el uso de la escritura se produjo también un cambio en la forma de los pictogramas. En un principio representaban alguna cosa de forma realista (por ejemplo el dibujo de un pez para representar la palabra pez), pero poco a poco su trazo se fue estilizando y simplificando para facilitar la escritura, hasta el punto que los pictogramas acabaron siendo signos convencionales que sólo muy vagamente recordaban la palabra representada. Los jeroglíficos egipcios son la forma más conocida de esta forma de escritura.

Precisamente en Egipto hacia el 2,700 a.C. se dio un nuevo paso hacia el alfabeto moderno. Se tomaron unos pocos jeroglíficos para representar las distintas sílabas del idioma egipcio, precisamente la primera sílaba de la palabra representada por el jeroglífico. De este modo la escritura dejó definitivamente de ser realista (un signo para representar un objeto o idea) y pasó a ser fonológica, en la que cada signo representaba un conjunto de sonidos (sílabas). La última modificación para tener un alfabeto era el de emplear signos distinos para cada sonido, estadio que finalmente alcanzaron los fenicios hacia el año 1,000 a.C. partiendo del sistema silábico egipcio.
Pues bien, Sequoyah recorrió cada uno de los pasos que se recorrieron en el Medio Oriente durante el proceso de invención de la escritura. Tan sólo le faltó la última etapa, la de pasar del silabario al alfabeto, como hicieron los fenicios. Aunque quien sabe si lo hubiera alcanzado a hacer de haber vivido más tiempo. En definitiva, en veinte años recorrió el mismo camino que a la Humanidad le había supuesto miles de años. ¿Alguien conoce una gesta similar?

viernes, 6 de febrero de 2009

SUEÑOS ORTOPÉDICOS

Una vez volé. Y no me refiero a ir en avión o en globo, ni siquiera en parapente. Volé directamente, sin ayuda de ningún artilugio o substancia psicotrópica. Evidentemente estaba soñando, pero debe haber sido lo más parecido a volar que pueda experimentar un ser humano (y que además haya sobrevivido para contarlo en un blog, claro). Caminaba yo por la Avenida Hospital en Palautordera, en dirección al Ayuntamiento, cuando de pronto sentí que me elevaba lentamente, lentamente, hasta quedar justo por encima de los edificios... y seguí mi camino volando. Lo extraordinario es que a medida que me alzaba iba cambiando la vista de la calle. La misma que había recorrido cientos de veces y que me conocía de memoria, la veía ahora desde el aire, en una perspectiva totalmente distinta a la que yo estaba acostumbrado a ver.
Después de tantos años de no pasar por allí esa calle se ha ido borrando de mi memoria, pero en ese entonces si cerraba los ojos la podía visualizar perfectamente. Sin embargo me la habría representado a ras de suelo, desde donde siempre la veía. Lo más sorprendente de todo es que se ofrecía ante mí con el mismo detalle, pero que cada detalle se me representaba desde un ángulo distinto, desde el cielo. Supongo que esa fue la clave de que la experiencia resultara tan vívida. No era simplemente soñar que estaba suspendido en el aire viendo un paisaje difuso debajo de mi, realmente era como si tuviera el poder de hacerlo porque estaba sobrevolando una calle conocida. Como si realmente estuviera en mis manos el volar a los sitios donde habitualmente iba.
El problema es que para transformar así un paisaje tan extenso en mi cabeza hacía falta muchísima concentración y, obviamente, la concentración y el sueño no son compatibles. La sensación de flotar duró un instante, y fue tan intensa que debió despertar algo en mi cerebro, porque recuerdo que casi al mismo tiempo empezó a crecer una vaga sensación de conciencia. En las ocasiones que sueño que estoy soñando me despierto bruscamente, pero esta vez fue diferente. La conciencia me ganaba lentamente pero en forma de una sensación de pesadez que se iba extendiendo por todo el cuerpo y que se transmitía también al sueño: a medida que me despertaba iba cayendo lentamente, al mismo tiempo que la calle se desvanecía... Cuando toqué el piso me desperté completamente. Ahora que lo escribo pienso si lo de despertarme lentamente no fue un recurso de mi cerebro seminconsciente para evitar que me estrellara. Ya han pasado más de veinte años y no he vuelto a tener el mismo sueño. Hay gente que recurre al psicoanalista para que interprete sus sueños. Si alguna vez lo hago no será para pedirle que haga eso, sino para que me ayude a soñarlo de nuevo. Aunque más bien creo que es de aquellas cosas que pasan una vez en la vida.
El Google Earth me parece una maravilla tecnológica. Incluso hace poco descubrí que también tenía un simulador de vuelo
y algunas veces me distraigo con él. Pero no es lo mismo, es algo así como un sueño ortopédico. Como que la tecnología me va a entretener, sorprender, fascinar... pero no me devolverá mi sueño.

jueves, 5 de febrero de 2009

EL ARTE Y LA EXPLORACIÓN ESPACIAL

¿Cómo es posible que se dediquen tantos recursos a la exploración del espacio, un objetivo del que no vamos a obtener un resultado útil en muchas generaciones, cuando existen tantos problemas por resolver en la Tierra? En las ocasiones en que se las misiones espaciales aparecen en los informativos la noticia siempre termina con alguna variante del latiguillo habitual acerca de que el conocimiento de otros planetas nos da pistas sobre el proceso de formación de la Tierra, cual era la composición de la atmósfera en sus inicios e, incluso, cómo llegó a aparecer la vida. Y últimamente se añade que este conocimiento nos permite comprender mejor nuestro planeta y que nos será útil para prever los efectos del cambio climático. Aunque no resulta del todo convincente y el guión más bien parece obra de la pereza del periodista, he de reconocer que yo también tendría dificultades para defender la utilidad práctica de mi trabajo. De todos, les salgo infinitamente más barato a los contribuyentes.
Cuando se cuestiona directamente a los responsables de los programas espaciales acerca de algún resultado concreto, otra de las respuestas habituales es la de que muchas tecnologías de uso cotidiano hoy en día, como la comida deshidratada o los materiales aislantes, tuvieron su origen en la industria aerospacial y que después resultaron ser útiles para resolver problemas de nuestra vida diaria. Esta es una respuesta aparentemente más satisfactoria para aquellos que buscan un rendimiento inmediato que se pueda medir en términos de utilidad práctica. Sin embargo, si se piensa bien, tal respuesta es totalmente absurda. Uno de los periodos de desarrollo tecnológico más acelerado del siglo XX, si no el que más, fue la Segunda Guerra Mundial. Inventos como el radar, los vehículos teledirigidos, las computadoras o el avión a reacción, tuvieron lugar en esos años, cuando los recursos para el desarrollo de tecnologías con aplicación militar eran ilimitados. Fue después que se les dio una aplicación a la vida civil. En realidad, el desarrollar tecnologías para la guerra o la exploración espacial para posteriormente trasladarlas al ámbito civil supone un rodeo, un derroche de recursos. Y en todo caso podríamos habernos ahorrado esa pinche guerra.
Y sin embargo, nunca se me ocurriría pedir explicaciones de por qué hay que explorar el espacio. Las noticias sobre misiones a otros planetas me fascinan, supongo que por curiosidad, pero en realidad hay algo más. No importa de qué país en concreto sea la misión, me intereso igual y me siento partícipe, moralmente claro. Cuando Armstrong está a punto de pisar la Luna, no hace ninguna referencia a los Estados Unidos, dice "un pequeño paso para un hombre, un gran salto para la Humanidad", y efectivamente en todo el mundo la gente sintió que se nos abría a todos una nueva frontera. No se me ocurren muchos objetivos más que puedan capturar la imaginación de todos los seres humanos independientemente de su sexo, nacionalidad, raza o religión. Es un logro del que todos nos podemos sentir orgullosos y una misión que realmente pertenece a la Humanidad. Puestos a ahorrar, se me ocurren muchos otros gastos no ya inútiles, sino perjudiciales.
¿Y el arte? Pues en el fondo otro gasto inútil que es patrimonio universal.

miércoles, 4 de febrero de 2009

SECRETOS A VOCES

Alessandro Manzoni es un escritor del siglo XIX autor de Los Novios, una novela histórica considerada uno de los grandes clásicos de la literatura italiana. Para hacernos una idea de la importancia del autor y de la obra pensemos que Verdi compuso su famoso Requiem para conmemorar el primer aniversario de su muerte y que, cuando Italia se reunificó y fue necesario fijar unas normas comunes de la lengua, se tomó esta novela como modelo del más perfecto italiano. En Italia forma parte de los planes de estudio en las escuelas, por lo que sospecho que la mayor parte de niños desarrollan una aversión que les impide acercarse de nuevo a ella cuando son adultos y podrían apreciarla mejor. Es el triste destino de los clásicos en cada país y es algo que me intriga. Si la sensación de aburrimiento que casi todo mundo asocia con los clásicos procede de la experiencia que tuvieron en su niñez, eso debería constituir una prueba irrefutable de que no son lecturas adecuadas para niños. Pero luego no ven inconveniente en que se los hagan leer a sus hijos, como si además del sarampión, la varicela y la gripa, los quisieran vacunar también contra la alta cultura.
Y sin embargo, si son clásicos algún mérito deben tener que los haga merecedores de tanto respeto. Volviendo a Los Novios decíamos que se trata de una novela histórica, un género que precisamente ahora es el más fecundo en bestsellers. ¿Qué atractivo puede tener para el lector de hoy la historia de una pareja de novios cuyo matrimonio es obstaculizado por las maquinaciones de un noble? Después de todo ese es el argumento de todas las telenovelas. En primer lugar, el relato. Aquí no hay música estridente que produzca el efecto que no puede proporcionar un guión mediocre, ni sabemos de antemano lo que va a suceder. La historia fluye natural, todas las escenas están bien armadas y los golpes de efecto son inteligentes. En segundo lugar, los personajes. A cada momento se incorporan nuevos protagonistas cada uno de ellos con su personalidad contradictoria, todos interesantes, ninguno estereotípico como en las telenovelas. Todo lo contrario, el estereotipo universal de la chacha nace con Perpetua, uno de los personajes de la novela. En tercer lugar, la ambientación. Un acontecimiento histórico grandioso, la epidemia de peste que azotó Milán a principios del siglo XVII, es recreado de forma magistral por el autor. Por último, el mensaje. Con todos estos ingredientes Manzoni reflexiona sobre temas universales. Pero no sólo de grandes motivos como el amor, la ambición, el valor, la piedad... Al cabo, la novela combina acontecimientos históricos con escenas domésticas de gente común, así que también proporciona respuestas a los grandes interrogantes de nuestra vida cotidiana.
Por ejemplo, ¿no se han preguntado porqué, de manera inexplicable, la gente siempre se acaba enterando de las críticas maledicientes que les hacemos? He aquí la respuesta de Manzoni:
Uno de los mayores consuelos de esta vida es la amistad; y uno de los consuelos de la amistad es tener a quien confiar un secreto. Ahora bien, los amigos no son a pares, como los matrimonios; todos, hablando en términos generales, tienen más de uno: lo cual forma una cadena cuyo fin nadie puede encontrar. Así pues, cuando un amigo se procura el consuelo de confiar un secreto en el seno de otro, produce en éste el deseo de procurarse él también ese mismo consuelo. Le ruega, es cierto, no decir nada a nadie; y semejante condición, si se tomase en el sentido riguroso de las palabras, cortaría de inmediato el curso de los consuelos. Mas el uso general ha querido que obligue tan sólo a no confiar el secreto a nadie, salvo a un amigo igualmente de confianza, e imponiéndole a su vez la misma condición. Así, de amigo de confianza, en amigo de confianza, el secreto gira y gira por la inmensa cadena, hasta que llega a oídos de aquel o de aquellos a quien el primero que había hablado deseaba precisamente que no llegase nunca. Normalmente, sin embargo, hubiera debido permanecer aún largo trecho en camino, si cada uno no tuviese más que dos amigos: el que cuenta y al que se le cuenta la cosa que ha de callarse. Pero hay hombres privilegiados que los tienen a centenares; y cuando el secreto llega a uno de esos hombres, los giros se vuelven tan rápidos y tan múltiples, que ya no es posible seguir su rastro.
¿Acaso en El código da Vinci encontraron una enseñanza tan útil?

MANO DURA

Los últimos días han salido a la luz pública dos casos de abuso policial que terminaron en la muerte de personas. Nos referimos al campesino de Guanajuato Vicente Palomo, que falleció a causa de las torturas a las que le sometía la policía mientras investigaba un robo de ganado, así como al investigador de la UAM Luis Eduardo Cisneros, quien fue detenido indebidamente, golpeado y robado por policías de Chalco. Cuando posteriormente el joven interpuso una denuncia por estos hechos fue asesinado por esos mismos policías. El discurso oficial alegará que se trata de delitos puntuales cometidos por malos elementos, y que tales delitos se evitarán en el futuro mediante un mejor control en el ingreso y permanencia en las fuerzas policiales. Podría alegarse, en cambio, que este tipo de delitos son una de las consecuencias previsibles de una política de "mano dura".
La expresión "mano dura" encierra toda una serie de significados implícitos que la convierten en un eufemismo del conjunto de más bajos instintos de una sociedad. Estos significados van desde el "yo me encargo de resolver este asunto y ustedes miren para otro lado" hasta el "todo eso de los derechos humanos es un engorro del que se aprovechan los delincuentes", pasando por el "dejemos que la policía haga su trabajo", sin olvidar que "la gente decente no tiene nada que temer". "Barrer las calles" es un socorrido sinónimo de esta expresión que, en labios de cualquier gobernante, provoca gestos de complicidad entre la gente que gusta del lenguaje sutil.
Para comprobar nuestra afirmación de que los abusos son consecuencia inevitable de una política de "mano dura", que lleva aparejada una cierta liberalidad hacia la policía para que use los métodos que considere más eficaces, tomemos como ejemplo un infame delito cometido en mi calle. Desde hace un mes en Guadalajara es obligatorio separar la basura para facilitar así el reciclaje de residuos, por lo que todos los vecinos de la colonia sacamos un día la basura orgánica y al día siguiente la inorgánica siguiendo las instrucciones del ayuntamiento. ¿He dicho todos? ¡No! Un energúmeno se obstina en mezclar toda clase de residuos en su bolsa de basura y, para no ser descubierto, la deposita frente a un baldío.
¿Cómo resuelve la policía este caso? Evidentemente mediante tareas de inteligencia que en realidad se limitan a instalar un teléfono gratuito de denuncia anónima. En principio esta medida sería suficiente pues todo mundo en la colonia sabe de quién se trata. Pero unos por amistad hacia el delincuente, otros por negligencia y los demás por miedo a las represalias (es mi caso), no lo han denunciado hasta ahora. En vista del fracaso de las medidas de inteligencia pasiva y ante la indignación de la opinión pública, la policía decide recolectar la información de un modo más proactivo. En suma, se trata de invitar a algún vecino a que colabore en la investigación llevándolo a la comisaría y teniendo con él una plática amistosa.
Para ello lo mejor es cualquier individuo de aspecto cholo, ya que su traslado a la comisaría entra dentro del orden natural de las cosas y no provoca excesivas quejas. Para mi desgracia, en el momento que la policía está buscando gente que reúna ese perfil estoy sacando la basura y, pues claro, quién se arregla para salir al portal a sacar la basura. Una vez en comisaría mi natural cobarde evita que la policía se vea obligada a emplear todo su poder de persuasión, de hecho no emplea físicamente ninguno porque le basta con insinuarlo. No obstante, mi natural cobarde me aconseja también no dar el nombre del verdadero culpable, por lo que delato a un pobre desgraciado y, por si acaso, me mudo a otra colonia.
Lamentablemente, la ola de criminalidad que afecta a la ciudad llega a mi nueva colonia, y la oponión pública está cada vez más exaltada. Ante la necesidad de resolver un mayor número de casos la policía decide saltarse un paso en su metodología, ahora detienen directamente al culpable confiando en su ojo clínico, es decir, apresando al primer individuo con aspecto cholo. Al cabo seguro que es culpable de algún otro delito que quedó impune, por lo que de hecho se está haciendo justicia, y además esta estrategia tiene un eficaz componente preventivo: cuanto más tiempo pasan en el bote esa gente menos tiempo pasan en la calle cometiendo delitos. Para mi desgracia, otra vez estoy sacando la basura en el momento que la policía patrulla buscando al culpable. Esta vez, además, me sorprenden en flagrante delito, ya que durante el traslado a la comisaría me siembran una bolsa con toda clase de basura mezclada. Mi abogado me recomienda declararme culpable, ya que se trata de mi primer delito, y salgo libre pagando una multa.
Decido mudarme de nuevo, en este caso a una colonia en la que, sin yo saberlo, también reside un policía. Ya ha aprendido que puede sacar la basura sin separar, puesto que siempre le podrá imputar su delito a otra persona. Cuando el clamor popular por la ola de delincuencia basuril impune es ensordecedor no le queda más remedio que detener a alguien. Para mi desgracia, se trata de un tipo concienzudo que prefiere darle una cierta credibilidad al asunto y busca algún vecino con antecedentes.

lunes, 2 de febrero de 2009

LAS LEYES DE LA HERENCIA (y II)

Siguiendo con el tema de la genética, pero cambiando totalmente de registro, en esta ocasión me voy a referir a una película. No es mi intención hacer una crítica, ya que aunque me las doy de cinéfilo en realidad no tengo ni idea de lo que es la técnica cinematográfica (picados, contrapicados y toda esa jerga incomprensible para mí) ni de los aspectos artísticos del cine. De lo único que puedo hablar con total autoridad es del efecto que me produce una película: la impresión que me causó, aquello que me evocó, el estado de ánimo en que me dejó... En este sentido Gattaca no es una obra maestra, pero es de las películas que más profundamente me han calado.
Para aquellos que aún no la hayan visto el argumento abreviado es el siguiente. "En un futuro no muy lejano" los padres con recursos para ello conciben a sus hijos mediante técnicas de reproducción asistida que permiten escoger los embriones con la mejor carga genética. Esta práctica ha llevado a que la sociedad se jerarquice en función del DNA de los individuos, pues los tests genéticos se convierten en requisito indispensable para obtener los mejores empleos e incluso en la busca de pareja. Vincent es un joven que fue procreado de forma "natural" y, por tanto, sufre taras congénitas normales hoy en día pero inadmisibles en ese futuro, como la miopía. Para cumplir su sueño de ser astronauta se asocia con Jerome, un atleta genéticamente superdotado pero que quedo inválido a resultas de un accidente. Vincent asume la identidad de Jerome cargando siempre muestras de su sangre y orina que le permiten superar el proceso de selección y pasar los constantes controles.
Con estos antecedentes se trataría de una película convencional en la que alguien planea una astuta estafa y se sale con la suya. En realidad, he dejado de lado otras tramas paralelas (un asesinato, un romance y el drama particular de Jerome por haber sido segundo en la competición más importante de su carrera) que al final confluyen en lo que es el mensaje de la película: "no hay un gen para el destino". Con su ardid, lo único que consigue Vincent es una oportunidad, en la práctica es su determinación la que le lleva a alcanzar su sueño y a construir su propio destino. No desvelo nada si digo que todo el final es conmovedor, y además está acompañado con un tema hermosísimo de Michael Nyman. Con su sacrificio Jerome convierte su medalla de plata en oro (fíjense como cambia de color), la última reflexión de Vincent ("Cada átomo de nuestro cuerpo alguna vez fue parte de una estrella") nos recuerda que todos somos valiosos, y la coda final nos muestra toda la gente que no hubiera nacido en un mundo como el de Gattaca porque tenían algún defecto congénito: Abraham Lincoln, Albert Einstein, Ray Charles... tú y yo.

domingo, 1 de febrero de 2009

LAS LEYES DE LA HERENCIA (I)

La discusión en torno a si los rasgos del carácter son adquiridos, es decir determinados por el ambiente familiar y social en que se forma el individuo, o innatos, o sea determinados genéticamente, ha sido una de las que más me interesaron. En principio la respuesta sensata sería la que se situaría en un punto intermedio, pero esto sólo traslada la discusión a otro punto: ¿qué es más importante, el ambiente o los genes? Durante mucho tiempo adopté una feroz postura ambientalista. No sólo porque tengo fe en el poder de la educación y la perfectibilidad del ser humano, sino porque el innatismo me parecía una forma encubierta de racismo.
De hecho, todavía hay científicos presuntamente serios que hablan de una inferior capacidad intelectual de los africanos debida a factores genéticos. Este era, y continúa siendo, uno de los principales blancos (je, je) de mis iras, pero también es bastante conocido el caso del doble cromosoma YY. Los hombres normalmente tienen un par de cromosomas XY frente al par XX de las mujeres, aunque también hay excepciones como por ejemplo hombres cuya disposición es XYY y que en su momento se asoció con una mayor propensión a la violencia. Si bien esto ya ha quedado desacreditado, permeó a la cultura popular como que existía un "gen de la criminalidad". Con el tiempo he ido matizando mi postura. Hoy pienso que incluso en el caso que se llegara a establecer una correlación entre un determinado gen y conductas violentas, muy probablemente se encontraría el mismo gen tanto entre los presos peligrosos como entre los soldados condecorados con medallas al valor en combate. Que unos se conviertan en criminales y otros en héroes no estaría determinado por la genética, sino que las circunstancias los habrían llevado por distintos caminos. Pero lo que me desconcierta es la actual obsesión de descubrir el "gen de la homosexualidad", en el sentido que parece que entre los propios homosexuales hay algunos para los que sería motivo de orgullo contar con una prueba científica de que su inclinación sexual responde a factores "naturales". En realidad no veo que relevancia pueda tener eso para que alguien se acepte a sí mismo tal y como es, ni para que los demás lo respeten.
Supongo que hasta que pase la moda habrá que acostumbrarse a las frecuentes noticias sobre el descubrimiento del "gen del tabaquismo" o el "gen de la obesidad", que se aprovechan de la credulidad de la gente ante cualquier anuncio supuestamente científico. Y es que muchos pasan por alto cosas totalmente obvias. Recuerdo una sobremesa en la que discutíamos este asunto y un tipo contaba el triste caso de un matrimonio con una hija drogadicta que se prostituía y murió muy joven. Había dejado una hija pequeña que quedó a cargo de sus abuelos y que, ya adolescente, parecía seguir los mismos pasos que su madre. Que madre e hija siguieran la misma suerte era para él una prueba irrefutable de que ese tipo de comportamientos se heredan. La respuesta que recibió por parte de otro tipo más sensato fue fulminante: "El problema es que la han criado los mismos". En mi pueblo, como en todos, el oficio de herrero se pasa de padres a hijos. Seguro que si lo investigaran en serio también descubrirían el "gen de la herrería".