lunes, 26 de enero de 2009

ESOS DISIDENTES

En los años ochenta una buena amiga mía pasó unos días detenida en Polonia, donde había ido a protestar por el encarcelamiento de disidentes políticos. Cada quién está en su derecho de escoger a los destinatarios de su solidarność (perdón por el mal chiste) pero, ¿se la merecían? Con la caída del Muro de Berlín muchos de esos disidentes pasaron a constituir la nueva élite en los países del este y pudimos conocer su verdadera catadura. Unos pocos se ganaron mi respeto, como el periodista Adam Michnik. Otros me merecen menos respeto, aunque les reconozco su capacidad intelectual, como Václav Havel. ¿Qué decir de Lech Wałęsa, el más famoso de todos ellos?
Hace unos años leía una entrevista a Jarosław Wałęsa, un joven político polaco sin más mérito aparente que ser hijo de su padre. En una de sus respuestas se refería a la homosexualidad como una especie de enfermedad contagiosa que justificaba la adopción de medidas abiertamente discriminatorias. Supongo que ante la incredulidad del periodista se explicó: "esa es la educación que recibí de mi familia". Recordando el generoso gesto de mi amiga no puedo dejar de preguntarme si, en unos años en que morían millones de personas de hambre en Etiopía, cuando el Líbano se desangraba en una guerra interminable, Pinochet torturaba y asesinaba a miles de opositores en Chile, y el apartheid oprimía a millones de sudafricanos, ¿no había mejores causas que defender que la liberación de un cerdo machista y homófobo?
Espero que nadie me malinterprete. En realidad me alegro de que los polacos ahora tengan una democracia homologable a las del resto de Europa. También en España y en Italia sendos cerdos machistas y homófobos han llegado a la presidencia.

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