sábado, 31 de enero de 2009

EL AZOTE DE DIOS

Hace algunos años conocí a un tipo que me fascinó durante un tiempo, en el sentido que reunía en su persona casi todos los defectos que más me irritan. Supongo que en otras ocasiones los iré exponiendo con más detalle, de momento empezaré con su moralina católica. Algunas veces se rasgaba las vestiduras por la decadencia de la sociedad mexicana contemporánea, lo que en realidad significa que le parecía aberrante que no todo el mundo compartiera sus prejuicios, y auguraba algún tipo de castigo divino por la profusión extrema de comportamientos inmorales y pecaminosos.
Curiosamente no identificaba su desprecio clasista hacia los nacos, sus aspiraciones de consumo altamente contaminante ni su indulgencia hacia aquellos delitos que solamente los privilegiados pueden cometer (evasión fiscal, blanqueo de dinero, tráfico de influencias...), como parte de los problemas que aquejan al país. Mas bien, las faltas en las que reconocía incurrir eran del tipo de fijarse en un escote, decir majaderías o intentar llevar un estilo de vida por encima de sus posibilidades. Como su analfabetismo funcional le impedía caer en vicios más elevados, leer un libro por ejemplo, y la necesidad de ser aceptado por un entorno de clasemedieros de medio pelo igual de analfabetas era más fuerte que su temor de Dios, caía a menudo en estos pecados. En ocasiones eso lo abrumaba, pues le hacía sentirse partícipe de la degeneración moral que denunciaba y, por tanto, merecedor del Infierno.
Hace ahora tres años, cuando López Obrador parecía dirigirse irremisiblemente hacia la presidencia de México, este tipo también contrajo la histeria que aquejó a tantos otros clasemedieros protofascistas. Las siete plagas de Egipto eran un pálido reflejo del cúmulo de calamidades que se abatirían sobre el país una vez que ese orate diera rienda suelta a sus desvaríos desde la silla presidencial. En realidad esas no eran exactamente sus palabras, sino que su temor principal era el de que, llevado de un afán justiciero, López Obrador le confiscara sus escasas pertenencias. Como todo lo que tiene lo adquirió a crédito y aún lo está pagando, me temo que quien las acabará requisando serán los bancos, pero esa es otra historia.
Con el ánimo de reirme un poco de él le comenté que López Obrador debía ser precisamente aquello que tanto había pronosticado: un enviado del Cielo para castigarnos por nuestros nefandos pecados. Por increíble que parezca por un momento pareció dudar y resignarse a aceptar los designios divinos, pero más adelante respiró aliviado al ver que presuntamente se aplazaba nuestra condena. Sin embargo, en vista de que de todos modos nos están azotando las siete plagas, a veces me pregunto si no tendría yo razón. Cegados por la soberbia, los heréticos mexicanos osaron hacerle un fraude electoral al castigo que Dios nos había reservado y desataron la ira divina. Ahora estamos pagando las consecuencias.

viernes, 30 de enero de 2009

UNA IMAGEN POÉTICA

Aquellos que no lo han leído tienen el prejuicio de que Karl Marx es un autor árido y complicado. En realidad, en la mayor parte de sus textos entra en polémica con otros pensadores y emplea un humor mordaz al criticarlos. Sus Tesis sobre Feuerbach, en cambio, son un mundo aparte que ha sorprendido, confundido y fascinado a miles de lectores. No era un texto escrito para ser publicado sino diez apuntes cortos, que en la mayoría de ediciones ocupan un par de páginas, en los que el joven Marx (tiene 27 años) intenta definir sus ideas en contraposición al idealismo hegeliano que había profesado hasta entonces. Se trata del momento trascendental de su vida, en el que con todo el vigor de la juventud está dando forma a lo que será la concepción materialista de la historia. Con un poco de imaginación pensemos en el estado de ebullición en que se encontraba su cerebro, el torrente de ideas que le venían a la cabeza, y entenderemos el porqué de un texto tan críptico: son unas notas de uso personal plagadas de referencias implícitas a pensamientos que aún no era capaz de expresar con claridad.
La primera vez que las leí, advertido de su importancia, fue con espíritu militante y lleno de reverencia hacia el gran pensador revolucionario. La experiencia fue extraña. Aunque no las acababa de entender tampoco me sentía estúpido, más bien tenía la sensación de que algo importante se me escapaba. Por un instante captaba algo que se desvanecía irremisiblemente al instante siguiente. Poco después, en la clase de teoría sociológica a la que asistía, mi profesora le dedicó una sesión a las Tesis. Por fin alguien traducía en palabras lo que yo sólo podía describir como un reflejo. Pero la satisfacción no duró mucho, la primera lectura me había entreabierto las puertas a una nueva realidad que no era capaz de captar, y la explicación de mi profesora tenía algo de vulgar, de versión simplificada para estudiantes que quedaba muy por debajo de la promesa inicial.
Las Tesis sobre Feuerbach se publicaron hasta 1888, ya muerto Marx, con una introducción de Engels. Fue tiempo después que leí esa introducción y tuve otra revelación. No es que Engels me proporcionara las claves del mensaje oculto de Marx, sino algo aún más valioso, cuando al referirse a la originalidad de las Tesis las describe "como un rayo en un cielo sereno". No he vuelto a leer una imagen más evocadora, precisamente porque capturaba la esencia de mi propia experiencia. Me devolvió una imagen de mi niñez, de una tormenta en plena noche que había dejado sin electricidad a todo el pueblo. Desde la ventana, un relámpago quiebra fugazmente la oscuridad. Durante una fracción de segundo distingo la fachada de enfrente, una ventana, un batiente, el vidrio, una gota que escurre... y de nuevo la oscuridad absoluta.
Si alguien me preguntara ahora acerca del contenido de las Tesis sobre Feuerbach me pondría en un aprieto. De hecho ya no me preocupa mi incapacidad de desentrañarlas y hace tiempo que dejé de pensar en ellas. Pero no pasa ni una semana sin que recuerde "el rayo en un cielo sereno".

PARADOJAS DE LA COMUNICACIÓN

Que a los perros sólo les falta hablar es una idea que todos los propietarios de chuchos expresan en algún momento, maravillados por la empatía que muestran con sus dueños. En realidad, no es un defecto demasiado grave, con el tiempo llegamos a conocerlos y sabemos qué les gusta, qué aborrecen, cómo se sienten en cada momento... Dicen que hay gente que incluso les da órdenes y consigue que les obedezcan. Lo primero tiene escaso mérito, yo mismo lo he hecho, lo segundo sí lo tiene: mi perro siempre ha sido un tirano que hace lo que se le hincha un huevo. La otra ocasión en que los dueños lamentan esta imposibilidad de hablar es cuando se enferman, pues no pueden decir qué les duele exactamente.
Sin embargo, los perros contribuyen a la comunicación de otras formas. Una de las estampas más típicas de las ciudades modernas se puede observar a primera hora de la mañana y al anochecer cuando la gente saca a pasear a sus perros, lo que en muchos casos es un eufemismo para no decir que los sacan a cagar. Esta actividad compartida por tanta gente, en un mismo lugar y a una misma hora, se convierte en una de las raras ocasiones en que nuestras deshumanizadas sociedades favorecen el contacto amistoso con extraños. Supongo que el hecho de verse sometidos a las necesidades fisiológicas de un can despierta una especie de solidaridad entre esclavos.
En mi caso, sacar a pasear al perro en la noche me permitía observar las estrellas. Había un tramo de calle sin farolas como a unos quinientos metros de mi casa en el que me podía solazar a gusto mirando el cielo. También me llevó a relacionarme con un vecino que acostumbraba a pasear a su perro a la misma hora que yo. De todos modos no teníamos muchos temas de conversación a parte de nuestras respectivas mascotas, y me exasperaba el hecho que las veces que coincidíamos evitaba sistemáticamente pasar por mi lugar favorito. Finalmente el ayuntamiento acabó poniendo farolas también en ese tramo y arruinó mi espectáculo gratuito.
Para mi sorpresa, en la siguiente ocasión en que coincidí con el vecino se dirigió resueltamente hacia allí y me comentó satisfecho que ya se podía pasear tranquilo sin riesgo de tropezarse o de pisar una caca. Cuando le repliqué que debido a las luces las estrellas ya no se veían tan nítidas como antes se me quedó mirando con la misma cara de estupor que si le hubiera confesado que en realidad yo era un ser de otra galaxia enviado a la Tierra a espiar a los humanos. Y ciertamente, era como si nos separaran millones de años luz. En el incómodo silencio que siguió me fijé en como jugaban los perros, del todo ajenos a la incompatibilidad de caracteres de sus amos, aunque el contraste entre ellos también reflejaba una radical diferencia de gustos: el que pertenecía al vecino era un elegante pastor alemán en tanto que el mío es un experro callejero de raza inclasificable.
En cuanto a nuestra preocupación inicial, la incapacidad de hablar de los perros. En el fondo ¿qué nos dirían?¿me pisaste?¿tengo hambre?¿quiero salir a mear? Como que ya se dan a entender bastante bien sin necesidad de hablar.

jueves, 29 de enero de 2009

FORJADORES DE LA HISTORIA

Hace unos años mi profesor de francés nos decía que el inicio de la era moderna se fecha en 1769 cuando Rousseau termina de escribir sus Confesiones, pues se trata de la primera vez que alguien habla de su vida en términos exclusivamente de experiencias, sentimientos y reflexiones propias, dejando de lado a la divinidad y otras realidades trascendentes. Un compañero lo rebatió afirmando que en ese caso la modernidad inicia con El Príncipe de Maquiavelo (escrito en 1513), pues he ahí un tratado de política liberado de cualquier moral religiosa. Lo que siguió fue un debate tan interesante como estéril, ya que poner una fecha de arranque a cualquier movimiento histórico no deja de ser arbitrario: todos los pensadores han recibido influencias de pensadores anteriores y podríamos seguir la cadena hasta el principio de la Humanidad.
Sin embargo, cualquier autor que haya leído que aborde el tema del Renacimiento o la Ilustración siente la irresistible tentación de sugerir una fecha de bautismo. La más curiosa es la anécdota que narra Alfred von Martin sobre un rico comerciante italiano del siglo XV que en el libro de contabilidad de su negocio anotó en la columna del debe la muerte de su hijo a manos de una familia rival, para unas semanas después anotar en la columna del haber la ejecución de un miembro de esa familia a manos de un sicario que había contratado para tal efecto. No hay duda que esa racionalidad en el dominio de las pasiones revela una mentalidad digamos que muy "moderna", pero aquellos que no gusten de un inicio tan macabro pueden volver los ojos al David de Miguel Ángel. Hasta entonces la escultura se consideraba una simple imitación de la creación divina, mas con su arte Miguel Ángel llega a convertirse en un dios que supera al anterior. El ser humano por fin se ha emancipado de la tutela del Creador.
Sin embargo, no debería haber dudas de que la modernidad inicia realmente el 20 de agosto de 1501 a las 6:17 de la mañana. Cuando Luca Pinolo, propietario de una pequeña cantera de Carrara, se levantó como siempre con los primeros rayos de sol, ese día olvidó persignarse y encomendarse a Dios como también hacía siempre. Si su esposa se hubiera percatado de ello y le hubiera reclamado el olvido, él lo habría atribuido a las preocupaciones por la mala marcha del negocio. En realidad, aunque él no se de cuenta, se trata de una sorda rebelión de su subconsciente: cuando el negocio empezó a flaquear pasó una etapa de fervor religioso que se ha ido enfriando paulatinamente a medida que pasa el tiempo y la situación no mejora.
Al llegar a la cantera lo estaba esperando ya un forastero interesado en un bloque de mármol que le había sobrado de un pedido anterior. Lo identificó enseguida, era el mismo forastero que había estado merodeando unos días antes observando detenidamente ese mismo bloque. Dedujo que, si tanto le interesaba, podría obtener un buen precio por él, y en efecto, el forastero aceptó sin regatear el precio que le pidió, absurdamente alto. El primer buen negocio en mucho tiempo. Poco más se sabe de Luca, si bien las crónicas dicen que la crisis al final pasó, que Luca nunca más volvió a encomendarse a Dios, y que prosperó medianamente como ya habían hecho su padre y su abuelo, profundamente religiosos, y como también hicieron su hijo y su nieto, de una religiosidad más cuestionable. ¿Qué pasa? ¿Es que tan sólo pueden protagonizar la historia los personajes célebres?
¿Y el forastero? Ah, sí. Un tal Miguel Ángel al que el Ayuntamiento de Florencia le ha encargado una estatua de David. Es tan excéntrico que cree que la estatua ya existe dentro de ese bloque.

miércoles, 28 de enero de 2009

EL COSTO OCULTO DE LA CORRUPCIÓN

A los más jóvenes puede que no nos parezca tan grave el mal estado de las banquetas de nuestra ciudad. Vemos con antelación los hoyos y las piedras sueltas y los esquivamos, recuperamos el equilibrio si a pesar de todo nos tropezamos, y si por mala suerte llegamos a caer pues nos dimos un madrazo, nos levantamos y ya. Para la gente mayor unas banquetas que parece que han sufrido un bombardeo son un auténtico suplicio. Muchos de ellos no ven bien, si tropiezan irremisiblemente se caen, y si se caen casi seguro que se rompen algo.
Mi casero tiene cerca de ochenta años y ya se ha caído dos veces este mes. La primera cuando iba a misa y la segunda cuando regresaba de hacer un mandado, las dos únicas razones por las que sale solo de casa. La segunda vez lo oí como lloraba no del golpe, sino por sentirse un viejo inútil que ni los mandados sencillos puede hacer. Cuando lo conocí ya estaba jubilado pero se distraía componiendo los desperfectos de la casa. Ahora se pasa el día viendo la tele sin ganas de hacer nada. Seguramente vivirá menos años de los que se merece y los últimos los pasará triste y deprimido. ¿Si no se perdiera tanto dinero del ayuntamiento por el sumidero de la corrupción, los gastos frívolos y suntuosos y los sueldos ofensivos para los funcionarios, hubiera alcanzado el presupuesto para arreglar las banquetas? Porque de algo así de simple depende la calidad de vida de los viejitos.

martes, 27 de enero de 2009

¿GULLIVER PARA NIÑOS?

Las adaptaciones infantiles y las películas de animación han hecho de Los Viajes de Gulliver una historia para niños. Gracias a eso todos conocemos por encima el argumento (las llegadas accidentales de Gulliver a un país de enanos y a un país de gigantes) y el adjetivo liliputiense ha pasado a formar parte del habla común. Pocos saben que en la novela original Gulliver hizo otros dos viajes. Pero a decir verdad, todo eso es sólo la excusa de Jonathan Swift para llevar a cabo su intención real: hacer una sátira de las sociedades europeas de su época.
En uno de los pasajes más hilarantes de la novela, se muestra como Lilliput está carcomida por un conflicto intestino y en guerra con sus vecinos de Blefuscu a causa de una profunda diferencia ideológica: el rey de Lilliput ha ordenado que los huevos se deben cascar por la parte estrecha, condenando por herejes a aquellos que lo hagan por la parte ancha ("anchextremistas"). ¿Qué estupidez, verdad? Pues tan estúpido como las diferencias religiosas entre anglicanos, católicos y disidentes protestantes que es lo que Swift caricaturizaba en este pasaje. Vean un fragmento, ridículo de tan pomposo:
Durante el transcurso de estos problemas los emperadores de Blefuscu protestaron frecuentemente por medio de embajadores, acusándonos de crear un cisma religioso al pecar contra una doctrina fundamental de nuestro gran profeta Lustrog, en el capítulo cincuenta y cuatro del Brundecral (que es su Corán). Esto sin embargo parece ser una mera manipulación del texto, pues las palabras son: Que todos los fieles creyentes rompan los huevos por el extremo conveniente; y saber cuál es el extremo conveniente parece, en mi modesta opinión, que debe dejarse a la conciencia de cada hombre, o al menos en el poder del Juez Supremo para que él lo determine.
Aunque pensándolo bien, ¿cuánta gente ha muerto a lo largo de la historia por no romper los huevos por el lado conveniente? En todo caso, como siempre, mis simpatías están con los oprimidos, con los anchextremistas.

lunes, 26 de enero de 2009

ESOS DISIDENTES

En los años ochenta una buena amiga mía pasó unos días detenida en Polonia, donde había ido a protestar por el encarcelamiento de disidentes políticos. Cada quién está en su derecho de escoger a los destinatarios de su solidarność (perdón por el mal chiste) pero, ¿se la merecían? Con la caída del Muro de Berlín muchos de esos disidentes pasaron a constituir la nueva élite en los países del este y pudimos conocer su verdadera catadura. Unos pocos se ganaron mi respeto, como el periodista Adam Michnik. Otros me merecen menos respeto, aunque les reconozco su capacidad intelectual, como Václav Havel. ¿Qué decir de Lech Wałęsa, el más famoso de todos ellos?
Hace unos años leía una entrevista a Jarosław Wałęsa, un joven político polaco sin más mérito aparente que ser hijo de su padre. En una de sus respuestas se refería a la homosexualidad como una especie de enfermedad contagiosa que justificaba la adopción de medidas abiertamente discriminatorias. Supongo que ante la incredulidad del periodista se explicó: "esa es la educación que recibí de mi familia". Recordando el generoso gesto de mi amiga no puedo dejar de preguntarme si, en unos años en que morían millones de personas de hambre en Etiopía, cuando el Líbano se desangraba en una guerra interminable, Pinochet torturaba y asesinaba a miles de opositores en Chile, y el apartheid oprimía a millones de sudafricanos, ¿no había mejores causas que defender que la liberación de un cerdo machista y homófobo?
Espero que nadie me malinterprete. En realidad me alegro de que los polacos ahora tengan una democracia homologable a las del resto de Europa. También en España y en Italia sendos cerdos machistas y homófobos han llegado a la presidencia.

SOCIALISMO O BARBARIE

Hacia el año 900 Hotu Matúa llegó a la Isla de Pascua con su gente y descubrió un paraíso tropical deshabitado. Aislados del resto del mundo desarrollaron una civilización en la que los Hanu Eepe (orejas largas) explotaban a los Hanau Momoko (orejas cortas) y les obligaban a erigir enormes moáis, monumento a su vanidad. Cuando los primeros europeos llegaron a la Isla de Pascua a finales del siglo XVIII, casi todos los moáis habían sido derribados.
¿Qué fue lo que pasó? La megalomanía de los Hanu Eepe los llevó a talar hasta el último árbol, agotó los recursos de la isla y trajo el hambre. Cuando los Hanau Momoko se sublevaron y se sacudieron el yugo de los Hanu Eepe derribaron los moáis, símbolo de su opresión. Pero ya no había madera para construir barcos y estaban perdidos en la inmensidad del océano: aquella remota isla ahora yerma se había convertido en su prisión. Cuando los primeros europeos llegaron a la Isla de Pascua a finales del siglo XVIII, además de moáis derribados encontraron unos nativos macilentos que comían ratas y vivían en la miseria. También nuestro planeta está perdido en la inmensidad del espacio. Si dejamos que los Hanu Eepe lo devasten, ya no tendremos donde ir.