lunes, 16 de marzo de 2009

VEINTE AÑOS DESPUÉS

En octubre de 1989 empecé la secundaria. Tenía entonces catorce años y fue cuando empecé también a politizarme. Todo eso coincidió con una ofensiva del FMLN en San Salvador: durante dos semanas ocuparon parte de la ciudad. En principio se posicionaron en barrios humildes de la capital, donde contaban con más apoyo. Pero una vez que la aviación empezó a bombardear indiscriminadamente los guerrilleros se replegaron hacia barrios pudientes. Entonces se acabaron los bombardeos y el ejército pasó a emplear tácticas más "quirúrgicas" para evitar la muerte de civiles. Durante esas dos semanas fue también cuando un grupo paramiliar asesinó a un grupo de jesuitas de la Universidad Centroamericana, a los que acusaba de connivencia con la guerrilla.
Desde niño había tenido inclinaciones izquierdistas, pero si recuerdo esos hechos con tanto detalle es porque fueron algo así como mi bautismo. Antes de llegar a la secundaria me compraba el diario y leía fervorosamente la información sobre la ofensiva guerrillera, que tenía todos los elementos para encandilar a un adolescente: una guerrilla que asaltaba el centro del poder político, un ejército apoyado por los Estados Unidos que asesinaba a los pobres y a los que, como Ignacio Ellacuría, estaban de su lado... En mi entusiasmo confiaba en que la ofensiva del FMLN acabaría con la toma del poder, pero poco después se retiraron y más adelante llegaron los acuerdos de paz que pusieron fin a la guerra civil.
Con los años se han sucedido hechos que también he seguido con pasión. Algunos amargos, como la derrota electoral de los sandinistas en Nicaragua, otros agridulces, como la caída del Muro de Berlín, y otros que volvieron a entusiasmarme, como el fin del Apartheid. Ya no espero como antes una revolución que ponga fin de una vez por todas a la injusticia. Supongo que la historia futura será como la pasada, una eterna lucha de los oprimidos contra sus opresores, con flujos y reflujos como hasta ahora. Ahora mismo parece que en América Latina estamos en una etapa de avance, en la que se acumulan los triunfos: Venezuela, Bolivia, Ecuador... Ayer El Salvador. Es otro más, pero para mí el más entrañable.

domingo, 1 de marzo de 2009

ESCÉPTICOS

Muchos tienen la idea de que el pensamiento racional es un atributo del hombre moderno. Que en épocas pasadas el ser humano vivía presa del fanatismo y de la superstición, y que atribuía cualquier fenómeno a la intervención de seres divinos o sobrenaturales que intervenían en los asuntos mundanos, aunque no se los pudiera percibir directamente. Como en tantas otras cosas, tendemos a pensar que nuestra época supone un punto y aparte, que todo lo anterior era de una cualidad distinta, sin darnos cuenta de que nunca se parte de cero.
Acabo de leer De la naturaleza de las cosas, un poema didáctico del poeta y filósofo romano Lucrecio, en el que divulga la filosofía epicureísta y la teoría atomista de Demócrito. Lo extraordinario de este libro no es sólo que el autor empleara el verso para, digamos, una obra científica, sino la propia filosofía del autor, en la que busca una causa natural para cualquier tipo de fenómeno, sin intervención de dioses ni otras fuerzas mágicas. Sus explicaciones de los fenómenos naturales nos pueden parecer risibles, y a veces es algo aburrido, pero el poema contiene joyas como su refutación a que los relámpagos sean lanzados a la Tierra por el dios Júpiter como castigo, como decía la religión romana oficial de su época. Con buen sentido se pregunta Lucrecio por qué entonces caen tantos rayos en medio del mar o en lugares deshabitados, ¿es que acaso Júpiter necesita ejercitarse?
Parece que en todas las épocas ha habido gente escéptica ante la existencia de poderes sobrenaturales, que ni se ven ni se oyen. La diferencia radica en que en periodos de mayor tolerancia se podían expresar libremente, en tanto que cuando se exponían a morir quemados en la hoguera por herejes, mejor se callaban.

miércoles, 25 de febrero de 2009

MUNDO VIRTUAL

Hace unos meses estuve trabajando en una recopilación del marco jurídico y los programas nacionales, bilaterales e internacionales que tuvieran como objeto la protección de las mujeres migrantes en la zona fronteriza entre México y Guatemala. Se trataba de un encargo de un organismo internacional, lo cual me extrañó porque en mi inocencia creía que quién mejor que ellos debía conocer dicha información. En todo caso, pensé que si bien se trataba de un trabajo laborioso, resultaría fácil realizarlo con una metodología sistemática: iniciar desde los tratados internacionales sobre derechos de la mujer e ir descendiendo de nivel paulatinamente.
Lo que yo esperaba encontrarme era la pirámide del derecho, en cuya cúspide se encontrarían los tratados internacionales y de la cual irían emanando las diversas normativas (constituciones, leyes, reglamentos, programas, planes de acción...) en un todo coherente y ordenado. Lo que encontré fue una auténtica selva. Imposible orientarse en la maraña de textos legales, programas de acción que aparecían y desparecían, para reaparecer con otro nombre años después, declaraciones bilaterales que se repetían año con año... Al final desistí de darle sentido y me limité a hacer una lista de todo lo que encontraba.
La información que me llega de la frontera sur es la de un auténtico infierno para las migrantes centroamericanas. Eso sí, sobre el papel no tienen nada que envidiar a las mujeres suecas.

martes, 24 de febrero de 2009

NATURALEZA HUMANA

Un amigo me explicó una anécdota de la época de la Guerra Civil que a su vez le había contado un viejo republicano. Cuando cayó Cataluña a principios de 1939, oleadas de refugiados se dirigieron hacia la frontera con Francia. Fue una experiencia muy penosa, pues no sólo anduvieron más de cien kilómetros bajo los ataques constantes de la aviación franquista y tuvieron que cruzar los Pirineos en pleno invierno, sino que una vez en Francia fueron internados en campos de internamiento donde muchos murieron de disentería. En el caso de este viejo republicano (supongo que joven en ese entonces), y para mayor desgracia, al cruzar la frontera se desató un auténtico diluvio. En el lugar donde habían quedado concentrados el único refugio lo ofrecía un frágil chamizo, por lo que se dirigieron hacia allí buscando cobijo, aunque evidentemente no podía albergarlos a todos.
Lo que siguió fue la escena que a este hombre le dejó el recuerdo más vivo de todo este periodo de tres años de guerra y meses de internamiento. Aquellos que llegaron primero al chamizo intentaban impedir que nadie más entrara al grito de "¡Ya no cabe nadie más!" e insensibles a las súplicas de sus compañeros de infortunio: "¡Dejadnos entrar!¡Nos mojamos!". Pero tan pronto como alguno de los que estaban fuera conseguía colarse por algún hueco, inmediatamente se unía a las filas de sus antiguos opresores vociferando el "¡Ya no cabe nadie más!". Evidentemente después de él, ya no cabía nadie más.
Una conocida mexicana estuvo varios años viviendo en España como indocumentada. Afortunadamente se pudo acoger al proceso de regularización de 2005 y desde entonces reside legalmente en ese país. Unos pocos días después de que obtuviera su permiso de residencia estaba hablando con ella y la conversación se desvió naturalmente hacia la inmigración. Cuando le refería las pésimas condiciones en que vivían los inmigrantes indocumentados en España comentó, con absoluto convencimiento, "Es que hay muchos".

lunes, 23 de febrero de 2009

EL ULISES DE JOYCE

Casi nadie se acerca a un clásico en busca de distracción. De hecho casi nadie se acerca a un clásico y punto. No es que inspiren exactamente temor, sino que se asocian a una sensación de tedio o se considera que su lectura requiere un esfuerzo considerable. Puesto que la gente lo que desea es reposar después de su jornada laboral, parece preferir lecturas absorbentes pero ligeras, porque "ya piensan demasiado en el trabajo". Lo cual no es cierto, la mayoría de mis conocidos se quejan de que su trabajo en sí es aburrido, y que lo que más los distrae son las relaciones sociales asociadas a él. El esfuerzo que, ciertamente, hay que hacer para leer un clásico, por tanto, puede ser una de las vías para no atrofiarnos intelectualmente. No niego que es necesario un cierto grado de fuerza de voluntad, pero la distracción que procuran es mucho más elevada que otras que tenemos más al alcance.
El Ulises de Joyce sería un buen ejemplo de libro con fama de difícil, si bien en este caso dicha fama está plenamente justificada. Para leerlo es imprescindible hacerlo con una edición crítica que, a modo de manual de instrucciones, nos guíe acerca de lo que leemos, porque constantemente perderemos la noción de lo que "está pasando". Precisamente, una de sus singularidades que dificultan la lectura es que cada capítulo está escrito en un estilo completamente distinto, desde una obra de teatro hasta el célebre monólogo interior de Molly Bloom. Pero este es también uno de los aspectos que la convierten en una novela sin parangón en la historia de la literatura, porque vamos a ver, ¿a alguien se le ocurriría que se puede escribir una novela en forma de catecismo? Pues es lo que hace Joyce en el penúltimo capítulo del Ulises. Quizá algunos de los capítulos precedentes pueden llegar a aburrir, pero les aseguro que vale la pena el esfuerzo tan sólo para sorprenderse con este capítulo genial.
Ahí les va un ejemplo. Ya de madrugada Bloom y Stephen se dirigen a la casa del primero, donde charlan un rato y finalmente se despiden. Pero antes, ambos orinan juntos en el jardín:
(...)
¿Permanecieron indefinidamente inactivos?
Por insinuación de Stephen, por instigación de Bloom los dos, primero Stephen, luego Bloom, orinaron en penumbra, sus flancos contiguos, sus órganos de micción recíprocamente convertidos en invisibles por circumposición manual, sus miradas, primero la de Bloom, luego la de Stephen, elevadas a la proyectada sombra luminosa y semiluminosa.

¿Semejantemente?
Las trayectorias de sus, primero consecutivas, luego simultáneas, micciones fueron desemejantes: la de Bloom más larga, menos irruente, con la forma incompleta de la penúltima letra bifurcada del alfabeto, que en su último año en el Instituto (1880) había sido capaz de conseguir el punto de mayor altitud contra toda la fuerza concurrente de la institución, 210 alumnos: la de Stephen más alta, más sibilante, que en las últimas horas del día precedente había aumentado por consumición diurética una presión vesical insistente.

domingo, 22 de febrero de 2009

ENERGÍAS RENOVABLES

Pocas cosas dan tanto buen rollo como las energías renovables. Se juntan ahí la conciencia medioambiental con la tecnología punta, dando un resultado tremendamente sexy que se manifiesta en la atractiva pulcritud de paisajes como cerros con modernos molinos de viento o llanos cubiertos de placas solares. En definitiva, las energías renovables prometen un futuro en el que se dispondrá de una fuente masiva e inagotable de energía sin ningún coste medioambiental. Pero, ¿podemos estar seguros de eso? No es la primera vez en la historia que se crea una expectativa similar, y sin embargo hasta ahora no he oído ninguna voz de alarma.
Desde que en el siglo XIX nació el culto por la ciencia, todas las generaciones se han entusiasmado con nuevos adelantos tecnológicos que parecían encaminar a la Humanidad hacia una especie de paraíso en la Tierra, y que poco después han demostrado tener efectos secundarios adversos en el mejor de los casos, y catastróficos en el peor. Veamos algunos ejemplos. Los años cincuenta fueron los del programa "Átomos para la Paz", impulsado por las autoridades norteamericanas, que sostenía que la energía atómica iba a proporcionarnos energía abundante, barata y limpia. En los sesenta el DDT se anunció como un producto mágico que iba a resolver el problema del hambre en el mundo acabando con todas las plagas. Los noventa vieron el nacimiento de los transgénicos, otra panacea para acabar con el hambre y alimentar a una población mundial creciente. Ninguna de estas tecnologías han resuelto los problemas que debían afrontar, más bien han resultado un fiasco o plantean angustiosos interrogantes acerca de su peligro para el futuro de la Humanidad.
Muy bien, ¿pero qué pueden tener de malo las energías renovables?, se preguntarán. En sí mismas nada, como tampoco debería tener nada de malo el desarrollo científico en el campo de la física atómica o de la genética, el problema somos nosotros. Veamos, la energía sirve para transformar la materia, para mover objetos, para iluminar ambientes... En suma, para modificar el medio en el cual vivimos. En caso de que fuera cierto que en un futuro cercano el ser humano dispondrá de cantidades inverosímiles de energía para realizar todo este tipo de acciones, ¿a nadie le aterra pensar las cosas que seremos capaces de hacer?

sábado, 21 de febrero de 2009

¿DEBE MÉXICO TENER EJÉRCITO?

Por supuesto que pienso que ningún país debería tener ejército, pues en una situación así ningún país tendría justificación para armarse. A lo que me refiero es a si, incluso en el estado actual del mundo, en que lo normal es que cada país disponga de su propio ejército, en el caso particular de México hay alguna explicación lógica para la existencia de un ejército con aviones de caza, tanques y otras armas que se supone sirven para enfrentarse a otros ejércitos. Porque la cuestión es precisamente esa, ¿hay alguna posibilidad, por remota que sea, de que algún día pueda producirse esa contingencia?¿de qué el ejército mexicano deba enfrentarse a un ejército enemigo?
En principio, todos los países decentes determinan en sus constituciones que la misión del ejército es salvaguardar la soberanía nacional. Es decir, que tienen una misión defensiva, aunque parece que la soberanía nacional de algunos países se extiende mucho más allá de sus fronteras. En el caso de México su política exterior se ha regido históricamente por los principios de neutralidad, no intervención, no ingerencia... lo que nos ha valido la condición de país "sin enemigos". O sea, que no sólo no parece razonable temer una invasión por parte de una potencia extranjera sino que, incluso, tampoco entra dentro de lo razonable que algún país extranjero adopte una actitud beligerante hacia nosotros en forma de boicot económico, financiamiento de acciones terroristas u otras acciones hostiles que son las que usualmente justifican la intervención de ejércitos en el extranjero con el pretexto de defender intereses estratégicos. Las únicas rivalidades que nos afectan son con los países centroamericanos (que nos acusan de prepotentes) y con los Estados Unidos (a los que acusamos de prepotentes), pero se trata del tipo de rivalidad que cualquier país manifiesta con sus vecinos.
De todos modos este último caso, el de alguna posible disputa con países vecinos es la perspectiva más obvia de conflicto bélico para la mayoría de países. Pero si lo reflexionamos bien podemos ver que la situación de México es tan particular, debido a la abismal disparidad de poder que tiene con sus vecinos al norte y al sur, que deja de tener cualquier sentido el hecho de armar un ejército para tal eventualidad. Empecemos por la frontera sur, la más sencilla ¿De veras alguien cree que existe la posibilidad de que Guatemala o Belice, nuestros dos vecinos sureños, nos ataquen?
El caso de la frontera norte es algo más delicado. Cuando decíamos que no parecía razonable temer una invasión por parte de un país extranjero seguramente muchos pensaron que si cabría temerla por parte de Estados Unidos, un país que se caracteriza por sus intervenciones exteriores y que, además, es nuestro vecino. Pero teniendo en cuenta la experiencia de las dos invasiones de Iraq, país que contaba con uno de los ejércitos más potentes del mundo pero que a pesar de todo fue arrasado en unos pocos días, deberíamos pararnos a pensar de que serviría no ya el ejército mexicano actual, sino incluso el más potente que pudiéramos armar, en caso de una invasión estadounidense. Pues para que éste practicara el tiro al blanco, poco más.
Una cosa es que por inercia, porque siempre se ha contado con ejército, y porque es lo normal en cualquier país, exista un ejército nacional en México. Pero bien pensado no parece tener lógica alguna.