domingo, 1 de marzo de 2009

ESCÉPTICOS

Muchos tienen la idea de que el pensamiento racional es un atributo del hombre moderno. Que en épocas pasadas el ser humano vivía presa del fanatismo y de la superstición, y que atribuía cualquier fenómeno a la intervención de seres divinos o sobrenaturales que intervenían en los asuntos mundanos, aunque no se los pudiera percibir directamente. Como en tantas otras cosas, tendemos a pensar que nuestra época supone un punto y aparte, que todo lo anterior era de una cualidad distinta, sin darnos cuenta de que nunca se parte de cero.
Acabo de leer De la naturaleza de las cosas, un poema didáctico del poeta y filósofo romano Lucrecio, en el que divulga la filosofía epicureísta y la teoría atomista de Demócrito. Lo extraordinario de este libro no es sólo que el autor empleara el verso para, digamos, una obra científica, sino la propia filosofía del autor, en la que busca una causa natural para cualquier tipo de fenómeno, sin intervención de dioses ni otras fuerzas mágicas. Sus explicaciones de los fenómenos naturales nos pueden parecer risibles, y a veces es algo aburrido, pero el poema contiene joyas como su refutación a que los relámpagos sean lanzados a la Tierra por el dios Júpiter como castigo, como decía la religión romana oficial de su época. Con buen sentido se pregunta Lucrecio por qué entonces caen tantos rayos en medio del mar o en lugares deshabitados, ¿es que acaso Júpiter necesita ejercitarse?
Parece que en todas las épocas ha habido gente escéptica ante la existencia de poderes sobrenaturales, que ni se ven ni se oyen. La diferencia radica en que en periodos de mayor tolerancia se podían expresar libremente, en tanto que cuando se exponían a morir quemados en la hoguera por herejes, mejor se callaban.

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